Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social
¿Euforia o locura colectiva interesada?
No se conocía cosa igual desde el periodo de la Reconquista y el Cid, desde la expulsión de 250.000 sefardíes, o entre 600.000 y tres millones de moriscos del Al Andalus, de los que se dice perecieron las tres cuartas partes. Es una euforia igual que la que supuso el «descubrimiento» de todo un continente como América por error, y las riquezas a expoliar a millones de seres y miles de culturas que posteriormente, por gracia de la majestad de turno, desaparecieron... En fin la historia, terca compañera que se recuerda, nos habla de otro ciclo de bonanzas y emociones incontrolables, euforias españolas, en definitiva.
Y es que la gracia de ese país, donde incluso veranea la Sra. Obama y despierta más pasiones el triunfo de la «rojigualda» y la autodenominada «princesa del pueblo» que tener un grado de democracia y justicia social semejante al de los países del norte europeo, es justamente la facilidad con la que se desenfrenan las emociones en los seres que lo habitan, y a eso le llaman salero, gracia, olé o peineta, pero en definitiva yo lo denomino euforia colectiva del nacionalismo español.
Y la verdad es que arrasan en las encuestas... claro, en las del paro europeo, por ejemplo, de las promesas incumplidas y de la peor valoración de sus políticos, del maltrato animal, de los derechos humanos incumplidos... y de la ridiculez de incluso haber dedicado horas informativas en los medios públicos a un pulpo por el mero echo de comerse los mejillones que le ponían en una urna de cristal con banderitas. ¿Se puede ser mas ridículo? Yo conozco pulpos en las rocas donde me baño que están libres, eligen qué comer y pasan de banderitas o urnas. ¿No son democráticas, acaso? Omito citar a ese alcalde elegido por el pueblo que lo quería hacer miembro honorífico o darle un título nobiliario. En fin, la locura, al igual que la gripe, se contagia rápidamente entre los seres más débiles.
Lo dicho, el país con una historia un tanto extraña, con inquisiciones, reyes y reinas por gracia divina, conquistas, golpes de estado como el del 36, dictadores... está de moda y lo dicen los entendidos. Eso no se ha de poner en duda y, llegado el momento, los nostálgicos del nacionalismo triunfante nos organizan hasta vueltas ciclistas a España con etapas en ésta nuestra tierra, el desfile de selecciones triunfantes ajenas por nuestras capitales y, si hace falta, el uso de ésta o aquella fuerza policial que en vez de «cuidarnos» desfilan con luces encendidas y altavoz en ristre anunciándonos que España ha sido vencedora del Mundial en el país de Mandela. ¿Se puede tener más gloria?
En ésas están, banderita de folclóricas en ristre, anunciándonos con amenazas veladas que esto, pese a quien pese, ha de ser su país, su cultura, sus dominios... y así se lo oí a toda una experta e inteligente tertuliana que tiene el mérito de vender su vida y la de los demás en capítulos. Lo dijo bien claro en una muestra más de esa euforia enfermiza: «pese a los vascos y a los catalanes, el País Vasco y Cataluña son y serán España». Toda una filosofía de vida y estudio, ridículo supino, pero que refleja la idiotez humana que no tengo duda muchos suscriben... incluso entre los dirigentes que ahora gobiernan el sur de Euskal Herria. Están tan eufóricos que se creen desarrollados.
Pero he de comentar que hace años, paseando cerca del hospital de mi pueblo, un interno tras las rejas que rodean el precioso edificio me llamó y me preguntó qué me pasaba para estar encerrado. Apenas entendí la pregunta. Posteriormente he comprobado que cada uno ve lo que le interesa y lo asume o no, pero es su realidad. A los nacional-españoles les pasa que la euforia colectiva interesada y potenciada por el poder les hace olvidar a los millones de parados, la crisis, las penurias, la propia historia, y valorar más los actos que, en sí, cubren las carencias. Han logrado en poco tiempo que un pulpo, una tertuliana, los cameos de los famosos, los toreros, los futbolistas multimillonarios, los políticos mediocres... sean más valorados que la cultura, la democracia, el trabajo, la salud, el bienestar o el desarrollo social. La euforia del momento, explotada hasta por marcas de bebidas que nos alcoholizan, tiene más aceptación que la búsqueda de una salida a la crisis actual o la búsqueda de soluciones democráticas para alcanzar la paz en Euskal Herria.
Pero a cada uno le persigue la sombra propia, el ridículo es mayúsculo y la manipulación tan burda que hay quien se harta de mirar al sol que indican sin protección, sabiendo que se han de quedar ciegos, que es lo que les interesa a los gobernantes, ávidos nacionalistas españoles. Que se lo digan, si no, a los del PPSOE. ¿Nos traerán el brazo podrido de Santa Teresa para besarlo o los huesitos del «Matamoros» para alguna procesión patriótica? Tiempo al tiempo, que la pérdida del sentido del ridículo, como la actuación en público, es cuestión de acostumbrarse y pillarle el gustillo. Ya lo van logrando.