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CRÓNICA Catas en el portal de descalzos

Iruñea se va de vinos por el Camino de Santiago

La cata de vinos tiene poco de original, pero funciona. Iruñea ha decidido apostar por los caldos navarros para potenciar su campaña como «primera ciudad del Camino de Santiago», que también incluye visitas guiadas por la ciudad. Curiosamente, la iniciativa no atrae a muchos peregrinos pero triunfa entre los iruindarras.

Aritz INTXUSTA

Iruñea se duerme tras los sanfermines, según Ana González, técnica de Turismo del Ayuntamiento de Iruñea. Sin embargo, es en agosto cuando la capital navarra recibe su pico de turistas y «hay que darle vida de alguna manera». Así es como arrancó en 2006 la campaña «Iruñea, la primera del Camino», que combina visitas guiadas por la ciudad con catas de vinos.

«Las catas son algo que lanzas para probar y que se mantiene porque realmente funciona», explica González, que suele pasarse por el Portal de Descalzos para ver qué tal funciona todo. La técnica confiesa que son pocos los peregrinos que se animan a acudir a las catas. Mayoritariamente se trata de turistas que se pasan por el punto de información de la plaza del Ayuntamiento y, sobre todo, de iruindarras que aprovechan la oportunidad para aprender de vinos y probar los quesos, ahumados o no, con denominación de Idiazabal y Roncal.

Las sesiones de aprendizaje sobre el vino repiten por tercer año en el Portal de Descalzos, el edificio donde se encuentra el ascensor. «Pensamos que esta era el mejor sitio porque recibe poca atención y hay que tratar de revitalizar la zona», explica la representante municipal.

Las catas son formales, sobre una mesa y con los apuntes en la mano. Quienes se inscriben deben descubrir los secretos de cinco vinos y un moscatel. Hay panecillos salados para oxigenar el gusto entre caldo y caldo. En total, una hora de oler, comer y beber. Estas catas arrancaron a finales de julio y continuarán todos los martes, miércoles y jueves de agosto. Hay tan sólo 60 plazas para cada día y en el punto de información suelen quedarse enseguida sin entradas, que se cotizan a 5 euros.

Quien ejerce de maestro de ceremonias es Migueltxo Goñi, profesional de la Escuela Navarra de Cata. Insiste en que se trata de catas formales, pero lo cierto es que el tono en el que transcurren tiene poco de serio. El maestro catador arranca su lección con una afirmación tajante: «El mejor amigo del hombre no es el perro, sino el vino».

«Nos estamos poniendo de vino hasta los ojos», comentaba el martes un joven a mitad de cata cuando respondía una llamada a su móvil. Resulta innegable que el ambiente se vuelve más distendido conforme avanza la sesión y aumentan los tragos. Al final, hay que cortar a los presentes para que dejen de levantar la mano y preguntar, porque, entre otras cosas, del silencio inicial se ha pasado al murmullo generalizado. Parte de la culpa la tienen las dos botellas de tinto, la de rosado, otra de blanco y, como remate, una más de moscatel Los vinos proceden de 15 bodegas navarras de distintas zonas.

La memoria de los olores

«El objetivo es aprender, pero disfrutando, que la gente conozca los vinos de aquí mientras pasa un buen rato», comenta Goñi. Bajo su batuta, los participantes aprenden a juzgar el vino a través de las tres fases de la cata: vista, olfato y gusto. «En una sesión como ésta uno puede iniciarse pero, realmente, para saber de vinos el camino es largo. Lo fundamental es probar muchos caldos e ir almacenando olores en tu memoria. No tiene más secreto», asegura.

El experto comenta que el entrenamiento no cesa nunca. «Todo necesita tiempo. La nariz ha de aprender a retener olores, ya sea en la calle o mientras paseas por el monte», explica «Si no guardas en la memoria los olores de la calle, es imposible que después llegues a identificarlos en un vino; es así de simple», sentencia.

Goñi considera que hay que potenciar el consumo de vinos de la tierra y saber apreciarlos. La crisis está haciendo daño y las bodegas no venden: «Ahora se bebe más cerveza. En una década hemos pasado de una media de 44 litros de vino por persona y año a sólo 23». Quizá catar sea la forma de recuperar el gusto por el vino.

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