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JOXEAN AGIRRE AGIRRE I SOCIÓLOGO

No me grites, que no te veo

Recuerda Joxean Agirre una conocida comedia que se desarrolla en torno a la imposible comunicación entre sus protagonistas, el uno ciego y el otro mudo, para ilustrar lo que este verano la política vasca está mostrando, a saber, que la proximidad y la voluntad, por sí solos, no son suficientes para establecer la comunicación

Arthur Hiller dirigió, en 1989, una comedia con este título, en la que un ciego y un mudo se enredaban en una relación marcada por la incomunicación y el disparate continuo. Esta vieja película, al margen de lo divertida que pueda parecer, se desarrolla a partir de un principio básico en toda relación: la proximidad y la voluntad, por sí solos, no son ingredientes suficientes para establecer un principio de comunicación. Al respecto, la política vasca nos está ofreciendo constantes ejemplos en el transcurso de este verano.

El diálogo político en Euskal Herria pivota en torno a la iniciativa independentista, de eso no hay la menor duda. En algunos momentos por efecto del acuerdo suscrito por EA y la izquierda abertzale, y en otros, simplemente a remolque de su enorme potencial y repercusiones. En este segundo bloque podrían situarse las lamentables declaraciones de Patxi López en las fiestas de Gasteiz, propias de un delegado de gobierno de provincias leyendo un teletipo enviado desde el despacho veraniego de Pérez Rubalcaba. Si en Boise fue capaz de dirigirse a la diáspora prescindiendo del euskara y del inglés, únicas lenguas con arraigo y sentido en el macrofestival de Idaho, imagínense que no hará aquí, teniendo en cuenta que su principal acción de gobierno ha consistido en borrar pintadas, perseguir fotografías, recolonizar EiTB y reivindicar «Euskadi como un oasis de la política española». Se ha ido de vacaciones tras recibir una felicitación expresa en el informe «Country Reports on Terrorism», documento alusivo al terrorismo que publica anualmente el Departamento de Estado de EEUU, liderado por Hillary Clinton, no sin antes expresar su malestar por la proliferación de reuniones entre diferentes partidos políticos y la izquierda abertzale. Está visto que en el PSOE sólo ven a través del ojo orwelliano.

También gritan, sea porque la izquierda abertzale tiene «un protagonismo» que entienden «inmerecido», sea porque las personas que detienen no se autoinculpan en la base de Arkaute. Gritos, golpes, amenazas e interrogatorios ilegales han denunciado Gurutz Agirresarobe y Aitziber Ezkerra tras su detención por parte de la Ertzaintza. En las copiosas filtraciones periodísticas que siguieron a los arrestos, enseñaron el plumero avezados redactores del grupo Correo. Así, el mismo equipo de redacción que, en agosto de 2006, escribía en el «Diario Vasco» sobre la ausencia de rastros de ADN en el café pedido por el miembro de ETA que mató a Joseba Pagazaurtundua en Andoain, se permite cuatro años después calificar a los detenidos como responsables de aquella muerte, basándose en la huella genética que, ahora sí, la Ertzaintza dice recogió de la taza. Los que demuestran beber únicamente de fuentes policiales son los firmantes de esos artículos, sin ruborizarse por decir ahora lo que entonces negaban; sin ocultar que son meros voceros de la Brigada Antiterrorista de Ares, incluso cuando les venden mercancía averiada.

El diálogo de este verano está dejando a la vista, además, el peculiar modo de afrontar su responsabilidad que muestran algunos partidos, como el PNV, y portavoces cualificados de otros, en este caso de Aralar. La petición realizada por la izquierda abertzale y EA para exponer las bases de su acuerdo, «Lortu arte», a la ejecutiva jelkide tuvo su réplica en una filtración desde Sabin Etxea en la cual se expresaba su voluntad de reunirse por separado con ambas formaciones. Desde entonces, no han perdido ocasión de repetir ante cualquier micrófono que el PSOE y la izquierda abertzale también se reúnen, lo que es una cuña de vieja y probada eficacia boicoteadora. Por lo que respecta a Aralar, mientras Patxi Zabaleta se congratulaba en público de la buena marcha de los contactos a tres bandas con EA y la izquierda abertzale, Txentxo Jiménez y Aintzane Ezenarro matizaban ese optimismo compartido con reflexiones ajenas a los contenidos de las conversaciones. Aquí el problema no es de comunicación, sino de fondo. Hay gente que se alejó de la principal expresión política de la izquierda abertzale por discrepancias de fondo, mientras que otras personas han fraguado su porvenir sobre la perpetuación de esa ruptura.

Unos cuantos, por otra parte, siguen haciendo de la invisibilidad de otros su propio negocio. Es el caso del alcalde tránsfuga de Zarautz, elegido con los votos de los electores de Eusko Alkartasuna y primer edil bajo el sello de Hamaikabat, la escisión del partido por el que se presentó. Tras la quema de una veintena de contenedores en la noche del miércoles pasado, compareció en público para exigir un posicionamiento de la izquierda abertzale ante este suceso, que la policía y portavoces municipales calificaban de «premeditado». En un ejercicio esperpéntico, la misma corporación que no se inmuta por la ilegalización y falta de representación oficial de la segunda fuerza política local, exige de ésta que se pronuncie. ¡No nos quieren ver, y para colmo nos gritan!

En cualquier caso, la falta de vergüenza de algunos ediles zarauztarras no puede eclipsar el sinsentido de algunas acciones que nadie reivindica públicamente. Es preferible pensar que lo ocurrido en Ondarroa, Zarautz o Zalla durante este verano responde al impulso de Rubalcaba por provocar a la izquierda abertzale, ya que la única lógica política que subyace en esos confusos incidentes es ésa: situar el debate político en claves de «condena» o «connivencia» con los mismos. Cualquiera que sea la intención que anime esos hechos puntuales, desoye lo expresado por las bases de la izquierda abertzale, se coloca al margen de la estrategia política en curso y desde esa marginalidad alimenta las expectativas del Estado. Y esto es grave, más aún cuando la cohesión y la perspectiva histórica sobre el proceso están a punto de alcanzar un nuevo estadio.

Pero, por encima de los gritos y de las cegueras voluntarias, hemos rebasado el ecuador del verano con el optimismo intacto. Los motivos de Brian Currin para exhibir el suyo tal vez sean de naturaleza diferente a los míos, pero suscribo la magnífica reflexión que Bobby Storey, ex preso republicano irlandés, hacía a finales de mayo en el semanario «An Phoblacht» y que GARA reprodujo con posterioridad. Nuestra obligación es dar prioridad a lo que le conviene a nuestro movimiento y de preguntarnos cuál es la manera más eficaz de avanzar hacia nuestros objetivos, dadas las condiciones concretas que rigen en este momento. Sería un error exigir de ETA que despeje todas las dudas y asuma en exclusiva la responsabilidad de construir un nuevo escenario. Y no sólo porque un marco democrático no puede construirse desde la unilateralidad, sino porque el aliento del proceso en curso no admite delegaciones. Exige pasos por parte de todos, y de cada cual el suyo. Así pues, el optimismo somos nosotras y nosotros, y depende de lo que seamos capaces de crear, hacer e impulsar. Por eso, el otoño será verde, como el collado de Aritxulegi.

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