Gloria REKARTE I Ex presa
Raigambre y tradición
Ahora que estaban tan contentos con la Roja, el Mundial y el gol de Iniesta; ahora que Zeledon y el lehendakari Agirre habían sido envueltos en rojigualdas y la españolidad, en fin, lucía que era pura gloria, va el Parlament de Catalunya y suelta lo de los toros. Y están que les falta el aire. Ora se mesan los cabellos en tono trágico, ora declaman en tono épico. Faltaba la arenga. Y entonces Yolanda Barcina va y lo suelta: «quién no defiende la tradición taurina de Navarra, no defiende verdaderamente nuestra tierra». Que es un poco como decir: ¡Navarros! ¡A sus puestos de combate! Porque nuestras raíces «están ligadas al encierro» y «Pamplona no se entendería sin los encierros o sin los Sanfermines».
Si alguien nota inestabilidad en esta tierra, no se asombre: arraigamos poquito y en superficie. Desde anteayer, más o menos. Seguro que a alguien le suena el Reyno de Navarra, los vascones, la batalla de Orreaga, Iñigo Aritza, Sancho el Fuerte o los Infanzones de Obanos. Pero ni corrían el encierro ni mataban toros ni nada. Y sin encierro, ni hemos sido, ni somos, ni seremos. Barcina, que en ocasiones anteriores ya ha mandado nuestras raíces directamente a la escombrera, en ésta las ha podado hasta dejarlas limpias de varios siglos de una historia de la que es mucho más aconsejable prescindir: la bicha, ni mentarla. Para defender «verdaderamente» nuestra tierra, nos llega con los toros. Y ya. Para raíces, el encierro, y para tradición, la taurina. Claro que si por tradición taurina se entiende que a Navarra se la lidien -puya, banderillas y estoque- en Madrid, pues sí; algo de tradición taurina sí que hay en esta tierra, sí.