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Grave atentado en Irak a dos semanas del plan de retirada

A escasos días de que el presidente de EEUU, Barack Obama, anuncie el final de la campaña militar en Irak y retire a sus tropas de combate, un atentado suicida contra una oficina de reclutamiento de hombres que en teoría deberán sustituirlos dejó un saldo ayer de 60 muertos. El repunte de la violencia en el país árabe, en pleno Ramadán, coincide además con un bloqueo político total, más de cinco meses después de las últimas elecciones bajo ocupación.

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La arena cae sin pausa en el reloj que el presidente estadounidense, Barack Obama, puso en marcha al anunciar, a su llegada a la Casa Blanca, la retirada militar de Irak. Pero cae cada vez más teñida de sangre.

Cuando faltan dos semanas para que el Ejército estadounidense anuncie oficialmente el final de su misión de combate en el país árabe invadido y ocupado desde 2003 -atendiendo así a la promesa de Obama- un kamikaze hizo estallar ayer su carga explosiva en medio de una multitud de soldados y de reclutas del Ejército colaboracionista en Bagdad.

El saldo, 60 muertos. Se trata del balance más sangriento en un solo atentado en lo que va de año. Y tiene lugar un mes escaso después de que otro ataque suicida segara la vida de 45 milicianos suníes alineados con los ocupantes en la base militar de Radwaniya, a 25 kilómetros al oeste de la capital iraquí.

El escenario del ataque, ironías de la historia, fue la antigua sede del Ministerio de Defensa en tiempos de Saddam Hussein, ex presidente iraquí derrocado y ejecutado -ahorcado- por los ocupantes tras la invasión. Está situado en pleno centro, en el barrio de Bab al-Muazam, y fue convertido en centro de reclutamiento y base militar.

Eran las 7.30 de la mañana del último día de una semana de reclutamiento y la zona estaba a rebosar. Los reclutas, junto a oficiales y soldados, estaban agrupados en la Plaza Midan, a medio centenar de metros de la antigua sede ministerial. Todo el sector está bajo control y vigilancia del Ejército. Pero el hombre bomba estalló.

«No entiendo cómo el kamikaze pudo penetrar, ya que tenía que pasar forzosamente por un control electrónico y una sucesión de controles. Lo más seguro es que haya permanecido escondido desde ayer (por el lunes) por la tarde», trataba de buscar una explicación Ahmad Kazem, un recluta de 19 años que salió milagrosamente indemne del ataque.

El Gobierno de Bagdad se apresuró a reconocer que las medidas de seguridad eran «insuficientes habida cuenta de la afluencia de reclutas». Un mea culpa ya oído y que bien podría tratar de ocultar cuestiones más de una vez aireadas como la infiltración guerrillera en el Ejército colaboracionista.

Sea lo que fuere, de poco sirven las explicaciones a los 59 cadáveres que llegaron a la morgue. Y a los heridos, de un total de 125, que se debatían entre la vida y la muerte en el hospital más cercano, el de Al-Karj.

«Tras la explosión, todo el mundo huía en todas direcciones intentando sortear los cadáveres y a los heridos. Los soldados disparaban al aire. Era un caos de restos humanos y de sangre», narraba Kazem.

Más allá del drama, el atentado recuerda a los ataques suicidas contra los centros de reclutamiento en 2006 y 2007, en un momento en el que la insurgencia daba muestras de gran capacidad ofensiva. Y eso a quince escasos días de que EEUU complete un repliegue casi general de sus tropas. Siguiendo el calendario marcado por Obama, los 50.000 militares que permanecerán en bases militares estratégicas deberán además abandonar el país antes de finales de 2011 en virtud de un acuerdo alcanzado en noviembre de 2008.

Nerviosismo creciente

Los altos mandos del Ejército colaboracionista iraquí ya han mostrado algo más que inquietud a medida que se agota el tiempo. El jefe del Estado Mayor, general Babaker Zebari, calificó hace días como prematuro el repliegue estadounidense, alegando que los 200.000 hombres a su cargo no serían capaces de asegurar plenamente su misión antes de 2020.

En este sentido, el atentado de ayer, concretamente el objetivo, no hace sino hurgar en esa herida abierta y pone en un brete a la Administración Obama, deseosa de quitarse de encima de una vez el lastre iraquí y cada vez más absorbida por el deterioro de su campaña afgana.

El atentado tiene lugar asimismo en pleno Ramadán (ayuno), mes sagrado musulmán y que incita a los sectores más islamistas a acciones de yihad (guerra santa) y en un país sumergido en una crisis política total.

La clase política que llegó amparada por los invasores está enfrascada en una guerra sin cuartel y es incapaz de alcanzar un acuerdo para formar gobierno cuando se han cumplido cinco largos meses desde las últimas elecciones.

El vacío político y el inminente vacío militar -si EEUU no da finalmente marcha atrás- está siendo aprovechado por los grupos de la -o las- resistencia para marcar su agenda y anunciar su regreso con bríos renovados.

Hace escasamente una semana, líderes tribales suníes que en 2007 decidieron alinear a sus hombres junto con EEUU en milicias conocidas con el sobrenombre de Hijos de Irak alertaron de que grupos islamistas que Washington sitúa en la órbita de Al-Qaeda estarían cooptando y reclutando entre sus milicianos, hastiados de que el Gobierno de Bagdad, controlado hasta ahora por los chiíes, les cierre el paso al Ejército regular o, en último extremo, se niegue a pagarles las soldadas.

El Ejército estadounidense traspasó a finales de 2008 el control de estas milicias suníes tribales -que en su día nutrieron las filas de la resistencia pero que luego se volvieron contra sus expresiones más islamistas- al Ejecutivo del chií y primer ministro, hoy en funciones, Nuri al-Maliki.

El propio Al-Maliki no dudó en apuntar a Al-Qaeda tras el atentado. Un ataque que no fue el único del día. Varios jueces sufrieron atentados por todo el país en lo que se apunta como un nuevo frente en la guerra.

Encallan las negociaciones para formar gobierno

Las dos listas más votadas en las elecciones del 7 de marzo acaban de romper sus negociaciones, alejando aún más las perspectivas para la formación rápida de gobierno.

El Bloque Iraquí del ex primer ministro Iyad Allawi, vencedor por la mínima en los comicios, se levantó de la mesa después de que el líder de la Alianza del Estado de Derecho, el primer ministro en funciones Nuri al-Maliki, les acusara de ser un bloque de obediencia suní.

En una entrevista a la cadena por satélite Horra, financiada por EEUU, el dirigente chií insistía en que el Bloque Iraquí «es una coalición que representa al componente suní» de Irak pese a que matizó luego que «el Estado iraquí no sería estable si se forma un gobierno sin tener en cuenta a esta componente».

Allawi, de confesión chií, defendió en campaña electoral un programa laico y no sectario, lo que le valió el apoyo electoral de sectores de la población suní que se negaban hasta entonces en participar en el proceso político bajo la ocupación pero que estaban hartos de vivir bajo el gobierno de partidos chiíes confesionales en los últimos años. Mayssun Damaluji, portavoz del bloque de Allawi, exigió públicamente excusas a Al-Maliki.

Un portavoz de este último acusó al Bloque Iraquí de buscar un pretexto para disimular sus disensiones internas de cara a las negociaciones.

La lista de Allawi logró 91 escaños por 89 para Al-Maliki. Este último ha hecho valer su alianza con los también chiíes de la Alianza Nacional Iraquí para torpedear sus intentos de formar gobierno. No obstante, el propio Al-Maliki no las tiene todas consigo porque la Alianza Nacional se opone a que sea él quien siga como primer ministro.

Las presiones ejercidas por EEUU para hallar un arreglo al enconado laberinto político iraquí no han dado hasta ahora frutos. Doce ONG iraquíes interpusieron el lunes un recuento ante el Tribunal Supremo para que intervenga y dictamine como ilegal la decisión que tomó el Parlamento el pasado mes de junio de prorrogar sine die el plazo que impone la Constitución para elegir un presidente de la Cámara, paso previo al de la formación de gobierno. GARA

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