El grueso del repliegue de los últimos soldados de combate estadounidenses, del que se tuvo conocimiento la madrugada de ayer, comenzó hace días, pero se mantuvo en secreto por razones de seguridad. En los últimos dieciocho meses, más de 90.000 soldados estadounidenses han salido de Irak. Del contingente de 150.000 soldados destinados en Irak a mediados de 2008, permanecerán acantonados en el país 56.000, oficialmente para realizar labores de asesoramiento y apoyo a las fuerzas colaboracionistas locales.

El portavoz del Ejército estadounidense, teniente coronel Eric Bloom, señaló que más de la mitad de la cuarta brigada de asalto estacionada en Abu Ghraib, uno de los enclaves más calientes en la resistencia a la ocupación situado a 25 kilómetros de Bagdad, abandonó en las últimas horas el país por vía aérea y que los últimos 4.000 lo hicieron por carretera. «Necesitaremos algunos días para embalar todos los equipamientos militares y sacarlos del país y para las últimas tareas administrativas y logísticas. Entonces abandonarán la base los últimos soldados», señaló.

El teniente coronel matizó que las misiones de combate no finalizarán oficialmente hasta el 31 de agosto, plazo marcado por Obama cuando accedió a la Casa Blanca. Y avanzó que el contingente de 56.000 soldados podría cumplir tareas de este tipo en el período de transición.

Lo acelerado del repliegue dio paso a momentos de confusión por parte de los responsables de Washington sobre el contingente que permanecerá en Irak hasta finales de 2011. Un alto cargo del Gobierno precisó que serán finalmente 56.000, y no 50.000 como anunció en su día la Casa Blanca, los que seguirán como retén en el país. Mandos militares insistieron en declaraciones a la cadena CNN en que para dar por finalizadas las misiones de combate deberán salir del país los 6.000 soldados adicionales.

«Momento histórico»

Justo cuando la cadena de televisión MSNBC ofrecía imágenes en directo, entrada la noche en Washington, de los blindados cruzando la frontera, el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, evocó un «momento histórico». «Estamos acabando la guerra, pero no estamos acabando nuestro trabajo en Irak», matizó, para reiterar que EEUU tiene un «compromiso a largo plazo» con el país árabe. «No es el fin, sino la transición a otra situación diferente», insistió.

«Lo último que querríamos es tener que volver a enviar nuestras tropas a Irak y que tengamos que poner punto final a las operaciones de combate por segunda vez», señaló el portavoz de la Administración Obama.

En este sentido, recordó que la invasión y posterior ocupación de la antigua Mesopotamia ha tenido un «alto coste» para EEUU, concretamente 4.400 bajas mortales y un billón (con b) de dólares. «Hemos gastado mucho en Irak y debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para preservar esa inversión y que Irak y sus países vecinos se comprometan a generar una situación mucho más pacífica y que sirva a sus intereses y a los nuestros», concluyó Crowley.

En una misiva datada el 18 de agosto y colgada ayer en la web de la Casa Blanca, el presidente Barack Obama saludó el final de la misión de combate. «Tengo el placer de anunciar que gracias al servicio extraordinario de nuestras tropas y de nuestros civiles en Irak, nuestra misión de combate culminará este mes, y vamos a llevar a cabo una retirada sustancial de nuestras tropas».

Enfrascado en una gira de campaña para apuntalar a sus candidatos de cara a las primarias previas a las elecciones de medio mandato de noviembre, Obama reiteró en un mitin político en Ohio que «estamos manteniendo la promesa que hice cuando comencé mi campaña para la Presidencia... para finales de este mes, habremos sacado a 100.000 soldados de Irak y nuestra misión de combate terminará», señaló el presidente, sin hacer tampoco referencia alguna al repliegue de la pasada madrugada.

Eso sí, y en clave totalmente electoral, Obama anunció medidas para mejorar la atención a los veteranos, que junto a sus familias «han hecho tremendos sacrificios para mantener a nuestra nación sana y salva». Entre esos compromisos, que definió como «obligación moral» del país, situó la creación de un Departamento de Asuntos de Veteranos y el incremento presupuestario para tratar lesiones cerebrales y los muchos casos de estrés postraumático que afectan a los soldados destinados en Irak.

Se cierra un telón, se abre otro

El repliegue a Kuwait de las últimas tropas de combate estadounidenses supone el inicio del cierre del telón a la operación «Libertad Iraquí» iniciada el 20 de marzo de 2003 por el entonces presidente, George W. Bush, y que consistió en la invasión y ocupación del país árabe con la excusa, que se reveló falsa, de que el Irak de Saddam Hussein dispondría de armas de destrucción masiva.

Los siete largos años de campaña han dejado un saldo de decenas de miles -según algunos, centenares de miles- de iraquíes muertos. Los recuentos más parcos cifran en más de 150.000 las víctimas iraquíes. Estudios independientes elevan la cifra de muertos hasta alrededor de un millón, incluyendo la las víctimas de la degradación económica, social y sanitaria provocada por la ocupación.

Frente a ellos, hasta la fecha han caído en operaciones de la resistencia 4.733 soldados extranjeros, la inmensa mayoría estadounidenses, según el recuento de Iraq Coalition Casualties (www.icasualties.org).

En setiembre arrancará la también pomposamente bautizada «Operación Nuevo Amanecer». Además de las decenas de miles de soldados que permanecerán desplegados en cinco bases estratégicas en el país, el Departamento de Estado de EEUU, que asumirá parte de las responsabilidades hasta ahora en manos del Ejército, ha anunciado que doblará su número de «contratistas», eufemismo para designar a los miles de mercenarios que campan a sus anchas en Irak.

Paralelamente, el Departamento de Estado ha pedido al Ejército que deje dotaciones de vehículos blindados, de helicópteros UH-60 y tres aviones.