BAND OF HORSES Y FOXY SHAZAM SACUDEN LA ESCENA
Intimismo y excentricidad
Cielo y estrellas desenfocadas en la portada de «Infinite Arms», de Band Of Horses. Una huella de una mano en el trasero de una animadora en el homónimo tercer disco de Foxy Shazam. Country y rock independiente en el discurso de los primeros. Queen, Michael Jackson y barroquismo en el de los segundos. Dos bandas a tener en cuenta.
Izkander FERNANDEZ | BILBO
El rock es así. Permite opciones opuestas o, cuanto menos, dispares. Razonamientos musicales tan alejados entre sí que hay que filosofar para lograr unos mínimos que ayuden a definir el rock n' roll. Porque desde Bob Dylan o Neil Young, hasta Mastodon o AC/DC, todo es rock.
La escena internacional actual, con todas sus peculiaridades producidas por la crisis económica global, la estructural y endémica de la propia industria del entretenimiento y la imparable aparición de bandas nuevas, no es ajena al contraste de criterios creativos. Band Of Horses y Foxy Shazam sirven como muestra. Pese a que ambas pertenezcan a la misma generación, sus territorios musicales están tan alejados que parecen elementos de planetas separados por miles de años luz. Sin embargo, están ahí, dentro de ese territorio amorfo, descarnado y atractivo llamado rock n' roll.
Band Of Horses son fotógrafos de sensaciones. Foxy Shazam son la inmediatez de la propia sensación. Dos misiones igual de complicadas: hacer soñar mediante la música o hacer que la música te haga sudar. Dos proposiciones igual de nobles que ambas formaciones llevan a buen puerto.
Antes de la aparición hace escasos meses de «Infinite Arms», el tercer trabajo de estudio de Band Of Horses, la banda de Ben Bridwell parecía condenada a vivir bajo dos alargadas sombras. Por un lado, desde que el grupo de Carolina del Sur irrumpió en Sub Pop con «Everything All the Time» (2006), las comparaciones con My Morning Jacket han sido odiosas y sangrantes. No por lo afilado de las críticas y sí porque el parecido era claro, casi palmario. Por otra parte, Band Of Horses se enfrentaban peligrosamente al dudoso honor de haber escrito una de las cinco mejores canciones de la primera década del siglo XXI, «The Funeral», con la consiguiente incapacidad de encontrar un camino propio y dejar de vivir de las rentas.
El lanzamiento de «Cease to Begin» (Sub Pop, 2007) apenas sirvió para acentuar los problemas encubiertos de la banda. «The Funeral» seguía su curso figurando en varias series de televisión yankees y en anuncios publicitarios. Además, las apariciones catódicas de Bridwell y los suyos se basaban únicamente en la composición en cuestión. Así, el segundo disco de Band Of Horses apenas despegó por sí mismo.
Así que 2010 e «Infinite Arms» (Columbia) se presentaba como una prueba de fuego para la inestable formación de South Carolina. En el tercer paso discográfico capitaneado por Bridwell, éste se apartaba de las baladas con regusto a rock independiente para centrarse en un rock sureño de corte espiritual en el que cabe Neil Young, su pertenencia contemporánea a un estilo identificado con My Morning Jacket y un lirismo gráfico extenuante.
Porque cada tema de «Infinite Arms» es una fotografía, un rezo o un puente a una dimensión donde música, rock y sensaciones se dan la mano para llevar al oyente a un laberinto de sueños acariciado por una acogedora brisa.
«Infinite Arms» nace como un sueño. Quien escucha yace tumbado sobre la hierba observando un cielo entre el negro de la noche y el azul de la tarde, salpicado de estrellas blancas que bailan al ritmo de «Factory», un country vals. «Compliments», el primer sencillo del disco, es un trote sobre un caballo mientras Bridwell narra una leyenda sobre cabañas perdidas en el bosque. Y «Laredo», una de las canciones del año, muestra la capacidad de la banda de volver a sonar tan importantes como cuando parieron «The Funeral».
El resto de «Infinite Arms» es una colección de diapositivas ricas en sensaciones. La profundidad de las percusiones en «Blue Beard» y el acentuado carácter coral de «Evening Kitchen» y «Neighbor» recuerda a Fleet Foxes, una nueva sombra en el camino de Band Of Horses, aunque mucho mejor aprovechada.
«Infinite Arms» es un paso firme para Band Of Horses, donde consiguen dejar atrás varios fantasmas del pasado y dar con el disco redondo que los dejará descansar en paz. Amantes del rock americano, de los sonidos independientes, del country alternativo o de los ambientes distendidos capaces de hacer soñar, tienen aquí un filón donde sumergirse y ser felices a la espera de que My Morning Jacket muevan ficha o llegue al mercado el nuevo trabajo de Fleet Foxes. Ese será el momento de evaluar si Band Of Horses siguen o no a la sombra de otros.
De un estilo denso y viscoso como el post hardcore a moverse por el territorio más festivo marcado por Queen, Michael Jackson, Meat Loaf o el glam rock. Esa es la evolución, o más bien, regeneración, de Foxy Shazam, banda procedente de Cincinnati que está dejando boquiabierto al público especializado con su descaro y su instinto animal para componer melodías que invitan al desenfreno.
Formados en 2004 dentro de la escena post hardcore de la época, fue en 2008 con «Introducing» (Ferret Music) cuando comienza la mutación y es en 2010 con «Foxy Shazam» (Sire) cuando llega la culminación.
«Foxy Shazam» es una colección de himnos adictivos enfocados al placer terrenal donde apenas existen huecos en blanco. Barrocos en sus formas pero básico en sus intenciones, Foxy Shazam se han bautizado a sí mismos como «los Michael Jordan del rock n' roll». La frase basta para hacerse una idea de su pintoresca personalidad y actitud, pero posiblemente Dennis Rodman se ajuste mejor a la filosofía de Foxy Shazam.
Band Of Horses y Foxy Shazam no están solos. Los primeros comparten escena con varias de las bandas más prometedoras del rock independiente. My Morning Jacket, Fleet Foxes o Dr. Dog son algunos de los contemporáneos más potentes de Band Of Horses.
Foxy Shazam, por su parte, surge en un momento en el que las propuestas rockeras más histriónicas parecen volver a la actualidad. 357 Lover, Corn Mo, Bigelf y Coheed And Cambria se mueven entre Queen y Michael Jackson sin problemas.