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Maite SOROA

Ahora la traman contra los «peludos»

L a puesta en libertad de los dos cooperantes catalanes secuestrados en el Magreb ocupaba ayer la atención de buena parte de los comentaristas. Y en «Abc» Eduardo San Martín sentenciaba que «sólo un desalmado puede no alegrarse del fin de su cautiverio». No todo el mundo pensaba igual.

Y es que, en «El Mundo», Salvador Sostres firmaba un artículo incendiario titulado «Son unos niñatos». ¡Bien empezamos!

El columnista advertía que «todo el mundo sabe que la ayuda humanitaria llega a todos los rincones del mundo a través de los cauces habituales y que no hace falta viajar con ella. También lo sabían los tripulantes de la Flotilla de la Libertad, terroristas incluidos, que naturalmente no tenían ningún objetivo caritativo y sólo buscaban desafiar a Israel y hacer propaganda de los asesinos de Hamas». Lo que sabe todo el mundo es que en muchas ocasiones la ayuda humanitaria se «desvía» en beneficio de muchos sinvergüenzas, y también sabe todo el mundo que el ataque a la Flotilla de la Libertad fue un crimen múltiple perpetrado por el Ejército israelí.

Sostres les debe de tener ojeriza a los cooperantes: «Ni Albert ni Roque son unos héroes. Son unos niñatos. No son médicos de Médicos sin Fronteras, cuya presencia en el territorio afectado sí que es indispensable, ni soldados americanos yendo a derrocar una dictadura o a pacificar un territorio. No son monjas misioneras dejándose la piel y la vida construyendo escuelas y hospitales. Son hijos progres de familias acomodadas, aventureros de pacotilla». Lo de los yanquis derrocando dictaduras me ha emocionado, la verdad.

Sostres reconoce que «me alegro de que su secuestro haya acabado», aunque matiza: «sobre todo por sus familias». Lo mejor viene al final, porque ahí el tío se desmelena: «Sería un error no aprovechar estos sucesos tan lamentables para hacer pensar a tanto joven peludo y desorientado que, creyéndose salvar el mundo por organizar expediciones alocadas, acaba convirtiéndose en cebo del terror, en carnaza de la maldad organizada. Albert y Roque, bienvenidos a casa. Espero que como buenos solidarios trabajéis duro para pagarnos lo que nos ha costado rescataros». Al final, la pela es la pela.

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