Koldo CAMPOS Escritor
¿De dónde salen?
Es una frecuente pregunta que solemos hacernos cada vez que nos encontramos en los grandes medios de comunicación la penosa constancia de tantos cretinos con licencia que, por imperativo legal, gobiernan nuestras vidas.
Los hay por pares y por docenas; en blanco, en negro y a todo color; con filtro y sin filtro; los hay en todos los tamaños y medidas: small, medium, large, extra-large; los hay que se reciclan, los hay nuevos; los hay que son demonios, los hay que van al cielo; los hay felpudos, los hay a medio pelo; los hay en frac, en tirantes, con levita, con sabor a menta y gusto a caramelo...
¿De donde habrán salido la Barberá, el Fabra, el Basagoiti, la Barcina, el Camps, la Aguirre, el Oyarzabal, la Pajín, el Pachi López, la Cospedal, el Sabater, el Sanz, la Rosa Díez... por sólo citar algunos de sus bien pagados miembros?
Y no se limitan a asentar sus reales desagües en ilustres escaños y despachos, también son comunes en las redacciones, en los tribunales, en los templos, en cualquier espacio de poder que recompense sus desvelos.
Los partidos compiten entre ellos por ver quién es capaz de acumular más imbéciles en sus ya surtidas nóminas. Años hubo en los que bastaba que fueran canallas que supieran acreditar su vileza para ser honrados con el cargo pero, de un tiempo a esta parte, también es preciso que sean idiotas, y no obstante ser cada día más los requisitos que convaliden tanta candidatura impresentable, los partidos se las ingenian para abarrotar sus escaparates de mamarrachos que, al mismo tiempo, también destaquen como sinvergüenzas.