Mikel CHAMIZO

La manera en que Musikene y la Quincena Musical han planteado el Ciclo de Jóvenes Intérpretes de este año es temeraria e injusta. Salvando el recital del Cuarteto Tokyo, un conjunto formado por músicos magníficos con cuarenta años de conocimiento mutuo a sus espaldas, el festival ha dejado esta vez toda su programación de música de cámara, un género que requiere de una compenetración y una madurez intelectual y expresiva extraordinarias, en manos de jovencísimos alumnos del Centro Superior de Música. Hace un tiempo este ciclo se centraba en dar oportunidades individuales a jóvenes instrumentistas que venían destacando en sus estudios y que obtenían así una de sus primeras oportunidades para presentarse y lucirse en público. Pero hay una realidad indiscutible que crea grandes diferencias entre el ciclo de antaño y el actual: con 20 años un músico puede dar un recital a solo extraordinario, pero es casi imposible que jóvenes de 20 años hagan música de cámara de altísimo nivel.

El recital del Made in Trío llenó la sala del Palacio Miramar con un montón de gente sedienta de escuchar música de cámara más que de descubrir nuevos talentos. La violinista Amaia Asurmendi, el clarinestista Federico Kurtz y el pianista Henar Rodríguez le echaron un arrojo admirable y firmaron versiones de Milhaud, Stravinsky y Khachaturian muy bien estudiadas y técnicamente seguras, llenas de energía y, sobre todo, profesionales. Ahora bien, no es ningún demérito para ellos decir que lo harán aún mejor cuando lleven dos o tres años más trabajando la música de cámara y tocando juntos. Son ya músicos muy buenos y en ese tiempo terminarán de perfeccionarse. Es Musikene la que se ha apresurado en presentarlos en el marco de un festival del renombre de la Quincena Musical.