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Fede de los Ríos

Serpientes de verano

 

Agosto, paradójicamente, es el mes alienante por excelencia. Cosa terrible al ser el de vacacioneo de la mayor parte de los que tienen que vender su fuerza de trabajo para poder existir aunque sea a la manera de los vegetales. Pues bien, pretendidamente liberados de la vigilancia del jefe, aliviados por unos días de la monotonía que suponen los repetitivos actos que nuestro aburrido laboreo exige, sin embargo no es alegría lo que reflejan la mayor parte de los rostros de los pobladores de las mediterráneas playas elegidas como destino de asueto. Y no creo yo que sea debido a las tórridas e inhumanas temperaturas sufridas, propias de los territorios de Belcebú y sus huestes. Ni siquiera de la aparición del «mosquito tigre», mosquito cabrón donde los haya, proveniente de Asia, que como si de un empleado de un todo a cien oriental se tratase, no ceja en su empeño de taladrarte noche y día.

Me encontraba meditando acerca del porqué de la tristeza del que se encuentra en esta especie de permiso carcelario que son las vacaciones. Yo en vacaciones hago este tipo de cosas. ¿Porqué soy tan gilipollas?, se preguntara el lector con criterio. Pues porque no tengo hijos, ni pareja, ni me gusta el fútbol, el sol me produce alergia y manifiesto una animadversión, sin posibilidad de cura, hacia la arena. Es decir, mi vida carece de sentido y soy carne de chiringuito. ¿Cuál es entonces la razón de mi estancia cerca del mar Mediterráneo? Mis amigos, las comidas que con ellos hago y los gin-tonics al atardecer.

Bien... volviendo a la tristeza del veraneante. El pasado día estaba dando cuenta de un martini con ginebra y una aceitunas arbequinas, cuando me percaté del asombro reflejado en la cara de un individuo, presumiblemente navarro. Leía la portada de un diario editado en el Viejo Reyno. Conforme pasaba las páginas, el asombro daba paso al estupor, para acabar reflejando desidia y finalmente angustia metafísica, algunos lo llaman asco. Cuando hubo acabado la lectura, se levantó y, arrastrando los pies, alejóse del bar sin siquiera percatarse de que olvidaba el periódico. Intrigado, lo cogí disimuladamente. Ya en la portada creí ver las razones de su desazón. Los titulares rompían con toda la lógica desde Aristóteles a Quine poniendo al descubierto la sin razón en la que se ha convertido nuestra existencia y la del mundo circundante : «Osasuna se encomienda a san Francisco Javier para la próxima temporada realizando una ofrenda foral», «David Bisbal, Belén Esteban y Ana Obregón actores en la última película de Santiago Segura», «Dos guardia civiles y un traductor mueren en Afganistán», «Batzarre estudia consultar a sus bases si seguir en NaBai o ir con IU». La realidad cada vez más inhóspita para el común de los mortales -comenté a mi amiga Itziar-. Sí, -contestó-, además el que se acaba de ir es de IU. El que da palmas con las orejas me han dicho que es Txentxo Jiménez, ¿tú lo conoces, no? Sí, y no lo creo. Txentxo es un tipo serio nada partidario del fútbol, ni de Torrente, y aunque Nabai votó a favor de mandar tropas a Afganistán, estoy seguro de que él no lo aprobó.

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