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KRONIKA Kabia, en la capital brasileña

En una Brasilia con sequía, todo se riega con teatro

El pasado martes se inauguró una nueva edición de Cena Contemporânea, el Festival Internacional de Teatro de Brasilia, con una amplia programación en la que figuran dos montajes de los vascos de Kabia.

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Carlos GIL Crítico teatral

Desde el pasado 24 y hasta el 5 de septiembre, día que cerrará la presente edición una actuación de Goran Gregovic, con la presencia de veintinueve espectáculos de grupos internacionales y una escogida representación de brasileños, la capital federal de Brasil se convierte en un lugar de referencia teatral. Además de las funciones, en Brasilia hay tiempo para hacer talleres de canto, de técnicas vocales o de diferentes manera de afrontar la interpretación, además de conferencias, presentaciones de libros, y la música como acompañamiento imprescindible de las noches con las actuaciones en la explanada del Museo Nacional.

A la lista de grandes grupos, autores y directores, se ha unido este año un incipiente proyecto, una compañía emergente, Kabia. Nacida como Centro de Investigación Dramática de Gaitzerdi Teatro, con dos únicos espectáculos se ha colocado en la agencia de ferias, festivales y programadores más exigentes, y ello con propuestas que no se pueden calificar de sencillas. Con ambas obras han acudido a la ciudad diseñada por Oscar Niemeyer, siendo el primer grupo vasco que se presenta en este prestigioso festival.

Aniversarios y novedades

En un contexto de expectación, inauguró la edición el Grupo Galpâo de Belo Horizonte, que cumple veinticinco años de vida y que, con «Till, a saga de um herói torto», de Luís Alberto de Abreu, han vuelto a sus orígenes. Un regreso al teatro popular, en el sentido más noble del término, montando en la plaza un teatrillo como de los cómicos de la legua: un escenario lleno de trucos, para que pueda aparecer el demonio, para que la maquinaria teatral confluya con un texto en donde se procura la diversión, pero sin renunciar al contenido y, sobre todo, en donde la puesta en escena e interpretación logran llegar de manera directa a todo tipo de espectador, dadas sus cualidades y sus creaciones de personajes que deben rozar el esperpento, la farsa.

La segunda función programada era «Paisaje con argonautas», un endiablado texto de Heiner Müller, de una carga poética nihilista muy profunda, que fue el primer montaje de Kabia y del hicimos la crítica en el momento de su estreno, pero que ahora, dos años después, la sentimos mucho más aposentada, mucho más en manos de la actriz y del músico; es decir, más viva, más cercana. En las dos funciones aquí ofrecidas Juana Lor tuvo el detalle de interpretar en portugués uno de los momentos más delicados de la obra, donde se dan las claves para su entendimiento. Gustó, pese a que el texto es verdaderamente difícil, duro, fragmentario, en ocasiones apocalíptico y desgarrador.

Hemos podido revisitar «Neva», al encantadora filigrana dramatúrgica de Guillermo Calderón que tuvimos ocasión de ver en su estreno en Santiago de Chile hace cuatro años y que desde entonces ha recorrido medio mundo. Presenciamos un unipersonal cubano, a cargo de Teatro Viento de Agua, «No vayas a llorar», melodramática narración sobre situaciones provocadas por el éxodo masivo de los llamados balseros. Excesiva retórica del movimiento y del uso de la voz.

Entre los trabajos brasileños, «Terapia e ris(c)o - Por uma otra via», a cargo del Grupo S.A.I. que forma parte de la «Trilogía sobre la violencia» y que aquí, con mucho humor, trata de ridiculizar ciertos tratamientos terapéuticos de autoestima casi milagrosas. Totalmente diferente es «Ilhar», de Paulo Rosso, también en clave melodramática: el encuentro de una anciana solitaria y de un niño abandonado, la soledad, el desarraigo. Interpretaciones recargadas de intensidad.

La noche del viernes realizó la primera de sus tres representaciones «Decir lluvia y que llueva», el espectáculo de Kabia, dirigido por Borja Ruiz a partir del imaginario de Joseba Sarrionandia, que había creado muchas expectativas y no defraudó. El público brasileño entró en el primer minuto y disfrutó con toda la cascada de imágenes, surrealistas, mágicas, con los textos poéticos o paradójicos, con esa melopea de fondo, con canciones vascas. La ovación final confirmó la aceptación.

Ayer el propio Borja Ruiz ofreció una conferencia sobre «El actor en siglo XX,» en torno al libro que recibió el I Premio Internacional Artez Blai de Investigación sobre Artes Escénicas. Ayer y hoy imparte un taller sobre técnicas de entrenamiento del actor. El festival sigue, y seguiremos envueltos en un ambiente propicio para las artes escénicas, en donde en cualquier sala por pequeña y remota que sea su ubicación se encuentran públicos amorosos, dispuestos a dejarse sorprender por el teatro que nace vivo, hoy.

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