Maite SOROA | msoroa@gara .net
Ansón, en defensa de las mujeres
Parafraseando el dicho, podría sentenciarse que las memeces son memeces las diga Agamenón o su porquero. Hoy le ha tocado a Luis María Ansón.
El carpetovetónico periodista iniciaba ayer su columna en «El Imparcial» con una afirmación difícil de rebatir: «Cualquier persona que mantenga la cabeza sobre los hombros defenderá sin fisuras la igualdad del hombre y la mujer. La discriminación histórica que las féminas han sufrido secularmente se mantiene hoy en medio mundo, sobre todo el que vive bajo el islamismo». Hasta ahí, todo aceptable.
Luego empieza a desbarrar: «España puede sentirse orgullosa de cómo se han defendido los derechos de la mujer desde que se extinguió la dictadura de Franco». No se extinguió. Simplemente Franco se murió de viejo y ahora está el que él mismo designó.
Pero el artículo en cuestión no trata de la dictadura, recuerdo tan incómodo para Ansón, sino sobre los derechos de la mujer.
Y se centra el tío en las carceleras. No se lo pierdan: «Dicho esto, conviene no sacar las cosas de quicio. La población reclusa tiene unas características especiales. Que sean funcionarias las que controlen a los presos debía producir de forma inevitable situaciones especialmente desagradables para la mujer». Ser carcelera ya es bastante desagradable. ¿No les parece?
El argumento para desafiar la Ley de Igualdad es de pegada: «En varias cárceles españolas los presos se mofan de las funcionarias. Las zahieren, las insultan. Las obsequian con comentarios vejatorios. Incluso se masturban delante de ellas con el mayor descaro». Y la conclusión de tan peregrino argumento es de las mejores melonadas que he recogido en los últimos tiempos: «De la misma manera que se han mantenido algunos servicios, como los cuartos de baño, para hombres y mujeres, y que a nadie se le ocurriría enfrentar a boxeadores con boxeadoras, parece obligado recapacitar sobre lo que está ocurriendo en algunas cárceles y evitar la vejación a la que están sometidas no pocas funcionarias». No leerán en este billete un argumento a favor de que las mujeres alcancemos la triste condición de carceleras, pero tengan por seguro que será por razones diferentes a las de Ansón.