Retirada de las tropas de combate de Irak
Obama evita triunfalismos en la retirada de Irak debido a la inseguridad
Barack Obama evitó caer en el error de su predecesor, George W. Bush, y no cantó victoria tras retirar sus tropas de combate de Irak. Aún le queda asistir a las fuerzas iraquíes. Y la guerra de Afganistán.
GARA | WASHINGTON
El presidente de EEUU, Barack Obama, evitó el triunfalismo en el discurso que pronunció con motivo de la retirada de las tropas de combate estadounidenses de Irak debido a la inseguridad que padece el país árabe.
Obama se dirigió a la opinión pública desde el Despacho Oval para anunciar el fin de las operaciones de combate en Irak y delinear la siguiente fase de la presencia militar de EEUU en ese país, siete años y medio de la polémica invasión anglo-estadounidense de marzo de 2003.
Su discurso, en hora de máxima audiencia, evitó el triunfalismo y, por lo tanto, no declaró «una misión cumplida», como hizo prematuramente su antecesor, George W. Bush, según adelantó el lunes la Casa Blanca.
No obstante, Obama sí explicó que serán los propios iraquíes los responsables de su seguridad y del manejo del conflicto, al que él se opuso en 2007 como miembro del Senado y que prometió poner fin durante la campaña presidencial de 2008.
Antes de su alocución, Obama viajó por la mañana a Fort Bliss (Texas) para «honrar el servicio y sacrificio de los más de un millón de estadounidenses que dieron servicio en Irak». Esa base militar era un escenario idóneo para el discurso de Obama: desde el inicio de la guerra en Irak, en marzo de 2003, 200.000 soldados de Fort Bliss han sido desplegados a ese país y han participado en cada fase del conflicto armado.
Esas tropas también jugaron un papel clave para las operaciones de estabilidad en Irak y para la capacitación de las fuerzas de seguridad iraquíes.
Obama pronunció su discurso en unos momentos en que, de cara a los comicios del próximo 2 de noviembre, la mayor preocupación de los estadounidenses no es lo que ocurra a casi 10.000 kilómetros de Washington, sino el desempleo y la lenta recuperación económica en su propio país.
Mientras, su popularidad sigue cayendo. En la actualidad, el 56% de los posibles votantes en los comicios de noviembre desaprueba la gestión de Obama, según una encuesta de la empresa Zogby.
Obama ganó en 2008 gracias en parte a que prometió terminar con la guerra de Irak.
Los expertos señalan que, de todas maneras, la guerra en Irak no ha terminado ni se ha ganado: el país afronta aún la presencia de grupos insurgentes, luchas sectarias, divisiones étnicas y la falta de un Gobierno nacional cinco meses después de las elecciones. Pese a su enorme potencial para generar riqueza por la exportación de petróleo, Irak tiene también graves problemas económicos y presupuestarios.
El Gobierno de Obama afronta fuertes críticas no sólo por el clima de inseguridad en Irak, sino también por el creciente escepticismo sobre el rumbo de la guerra en Afganistán, iniciada en octubre de 2001.
De hecho, estaba previsto que Obama aprovechase su discurso para dirigir nuevamente la atención a la guerra en Afganistán, acusando a los talibán de albergar a los autores de los atentados del 11 de setiembre de 2001 en suelo estadounidense.
A menos de diez semanas de los comicios, en los que demócratas y republicanos se disputarán el control del Congreso, ambos conflictos han cobrado una mayor importancia en EEUU.
La oposición republicana ha insistido en los últimos días en que el envío adicional de tropas a Irak, ordenado por Bush en 2007 y al que se opuso Obama como senador, fue lo que propició las condiciones actuales para la retirada.
La salida de las tropas «no quiere decir que la violencia vaya a terminar mañana», reconoció el lunes el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.
«Entendemos que aquellos que fomentan la violencia continuarán intentándolo. Creo que es importante recordar que éste es un compromiso del presidente, un compromiso que piensa cumplir y lo hará», enfatizó Gibbs.
Poco menos de 50.000 soldados estadounidenses permanecerán en Irak hasta diciembre de 2011, en el marco de la operación de transición denominada Nuevo Amanecer (New Dawn), para «continuar la capacitación de las fuerzas de seguridad iraquíes en materia de seguridad, lucha contra el terrorismo y protección de los civiles».
«Esto va a funcionar para nosotros y también para ellos», declaró el lunes por la noche el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, a su llegada a Bagdad al ser preguntado por los periodistas sobre el incremento de la violencia que padece Irak en los últimos meses.
El Ejército estadounidense ha organizado para hoy, con presencia de Biden, una ceremonia para marcar el comienzo de la nueva etapa de su presencia en Irak.
La visita de Biden es la sexta que realiza a Irak desde enero de 2009 y en el marco de la misma se reunirá con los principales dirigentes iraquíes, especialmente con los líderes de las dos principales formaciones en el Parlamento de Bagdad, el primer ministro en funciones, Nuri al-Maliki; y el ex jefe del Gobierno Iyad Allawi.
«La urgencia para formar un Gobierno se deja sentir cada vez más y es cierto que el vicepresidente exhortará a los dirigentes iraquíes a concluir este proceso», declaró el lunes por la noche a los periodistas en Bagdad Tony Blinken, asesor de Biden para la seguridad nacional.
En este sentido, señaló que el mantenimiento de un Gobierno en funciones «no puede ser una solución duradera». «Sin un Gobierno electo, será difícil para Irak arreglar las grandes cuestiones a las que tiene que hacer frente», añadió Blinken.
A pesar del fin de la misión de combate, no se preveían manifestaciones de júbilo en las calles iraquíes, contrariamente a lo que se registró a finales de junio de 2009, cuando las tropas estadounidenses se retiraron de las ciudades iraquíes. El jefe del Estado Mayor iraquí, el general Babaker Zebari, señaló recientemente que considera prematura la retirada estadounidense, instando a Washington a quedarse hasta que el Ejército iraquí esté preparado.
La Casa Blanca instó a los iraquíes a que «formen Gobierno urgentemente», según destacó el asesor de Obama para seguridad nacional, Ben Rhodes, a bordo del «Air Force One» que trasladaba ayer al presidente de EEUU a Fort Bliss.
«Las fuerzas iraquíes son capaces de garantizar la seguridad del país», declaró ayer en un discurso televisado el primer ministro iraquí en funciones, Nuri al-Maliki, en el último día de la misión de combate del Ejército estadounidense.
«Desgraciadamente, nos enfrentamos a una campaña de escepticismo y estamos seguros de que su objetivo es impedir la retirada», dijo en la televisión pública Al-Iraqiya.
«Les reafirmo que las fuerzas de seguridad iraquíes son capaces de asumir sus responsabilidades», insistió el jefe de Gobierno.
«Es un día que permanecerá en la memoria de todos los iraquíes. Irak se convierte hoy en un país soberano e independiente», añadió Nuri Al-Maliki.
«Los actos terroristas son actos desesperados de desechos del partido Baaz [de Saddam Hussein] y de Al-Qaeda para mostrar que existen», subrayó en referencia a los numerosos atentados que se han registrado en las últimas semanas en Irak. GARA
Barack Obama proclamó ayer por la noche el fin de la misión de combate estadounidense en Irak. Pero mientras se pasa una página de la historia del Ejército de EEUU, para algunos ex combatientes la guerra sigue viva. En su cabeza.
A primera vista, los heridas de estos soldados son invisibles. Son sicológicas.
Como las que sufre el teniente Mike McMichael.
Se encontraba a bordo de un vehículo blindado cuando una bomba colocada a pie de carretera incendió el coche. El oficial perdió el conocimiento al instante.
Después de este episodio, su memoria está alterada y sufre una forma aguda de ansiedad: un traumatismo craneal doble agravado por el tristemente célebre estrés postraumático. Varios cientos de miles de ex combatientes sufren estas enfermedades, que más allá del aspecto estrictamente clínico suponen un desafío en términos financieros (gastos de hospital, pensiones, ...).
A su vuelta a Raleigh (Carolina del Norte) en enero de 2005, dos semanas después de su accidente, el teniente McMichael parecía ileso. Pero su esposa necesitó poco tiempo para comprender que el oficial padecía una enfermedad insidiosa.
«Antes de ir a Irak, era muy animado, hablaba con todo el mundo», explica a France Presse Jackie, la esposa del teniente McMichael. «Desde que llegó, no sé cómo explicarlo, cambió» .
El oficial se convirtió en distante con sus hijos, sufría accesos de cólera y alucinaciones. A esto hay que añadirle síntomas mucho más complicados: el ex combatiente comenzó a perderse en rutas que conocía de memoria, a tener frecuentes migrañas, a sufrir dificultades para leer o conducir.
«Es muy desconcertante», cuenta a France Presse. «A menudo, olvido dónde me encuentro».
Mike McMichael ha colgado el uniforme y ha buscado la ayuda de siquiatras civiles. Anteriormente, le habían recetado medicamentos que, lejos de ayudarle, empeoraron el mal.
Durante un acceso de cólera, saqueó su casa y tuvo que ser internado en una institución. Fue licenciado y se ha separado temporalmente de su esposa. «Era deprimente, no llegaba a reconocer al `antiguo Mike'», cuenta el ex combatiente.
El ex soldado se dirigió a la Administración con la esperanza de lograr una pensión de invalidez. Pero se perdió rápidamente en el laberinto burocrático. Tuvo que esperar hasta marzo de 2008 y a que su esposa testificase ante una comisión del Senado para que las cosas se desbloqueasen. La audiencia ante los electos permitió que el expediente avanzase y sus heridas fueron finalmente reconocidas por el Ministerio de Ex Combatientes.
El Pentágono ha tardado en hacer frente al problema. Cientos de sicólogos han sido enviados al terreno, en las zonas de guerra. Los altos mandos también han tomado posición públicamente para intentar hacer comprender a los soldados que solicitar ayuda no supondrá un freno a su carrera.
Hoy, Mike McMichael está curándose. Se acerca a sus hijos y sale de casa tras instalar un GPS por si se pierde de camino a la casa de su madre. Dan DE LUCE (AFP)