Asesinan al periodista Israel Zelaya. Es el décimo periodista asesinado en lo que va de año... pero no lo cuenten, que no ha sido en Cuba. Ocurrió en la irreprochable democracia hondureña, esa que nació de un golpe de Estado, urdido en Estados Unidos y bendecido en Europa.

Ya son 31 los sindicalistas asesinados en lo que va de año... pero no lo cuenten, que no ha sido en Cuba. Ocurrió en la virtuosa democracia colombiana, esa que suma por miles los desaparecidos y que todos los días descubre alguna nueva fosa.

Encuentran los cadáveres de 72 inmigrantes asesinados. Es la última matanza en lo que va de año... pero no lo cuenten, que no ha sido en Cuba. Ocurrió en la virginal democracia mexicana, esa en la que el fraude se reitera cada cuatro años y las masacres y la miseria no saben de recesos.

Se mantienen en huelga de hambre 42 presos mientras persiste la brutal represión policial contra los mapuches... pero no lo cuenten, que no ha sido en Cuba. Ocurrió en la inmaculada democracia chilena, esa en la que los augustos siguen campando, después de muertos, por sus impunes fueros.

En Cuba, como expresara en estos días Silvio Rodríguez en referencia al bloqueo «vivimos donde no debemos, y por vivir donde nacimos somos malos, somos cómplices y, para colmo, bobos. La estupidez de vivir en nuestro propio país nos dificulta crear escuelas de música y estudios de grabación. Somos un país que se dedicó a alfabetizar, a construir universidades de médicos y artistas. Y ahora pretenden hacer ver que nos gusta tener pianos sin cuerdas y vientos sin zapatillas».