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«Un instrumento no era suficiente para mí, así que me pasé a la grabadora»

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Slavek Kwi
Artista sonoro

Slavek Kwi es un artista multifacético, pero con un interés muy definido: el sonido. Partiendo de este elemento, que puede ser un canto de rana o el producido por una gota de agua, el checo crea discos con paisajes sonoros, conciertos, performances al aire libre y experimentos de todo tipo; entre ellos, una nueva modalidad de escucha denominada como «cine aural». Fue el protagonista de un taller y un concierto de la programación de ZoOo.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

Slavek Kwi, alias Artificial Memory Trace, es un músico checo residente en Irlanda que lleva toda una vida grabando sonidos a su alrededor y creando música a partir de ellos. En el taller y posterior concierto que ofreció en Arteleku, se pudieron escuchar lenguas de animales, ultrasonidos de murciélagos, ruidos subacuáticos, canciones de autistas y un sinfín más de referencias que conforman sus riquísimos paisajes sonoros.

¿Por qué optó usted por coger una grabadora en vez de un piano o una guitarra, como hubiera hecho cualquier otro niño?

Creo que es porque crecí en las solitarias montañas de Polonia, donde vivía con mis abuelos. Tuve una infancia maravillosa, a pesar de que allí no había niños con los que jugar. Para ocupar mi tiempo me dedicaba a explorar la naturaleza, me encantaba observar de cerca las ranas y los insectos, especialmente los grillos. Cuando eres niño tu percepción es mucho más compleja, y recuerdo vivamente los olores de la hierba cortada secándose en la ladera de la montaña y los pequeños grillos saltando y cantando a su alrededor. Empecé a coleccionar insectos, a disecarlos y a dibujarlos, era mi manera infantil de acercarme analíticamente a ellos, pero con el tiempo empecé a sentir la necesidad de captar también las impresiones que me generaban esos insectos, de atrapar de alguna manera sus movimientos. En ese punto pasé de realizar dibujos figurativos a pintar de una manera abstracta.

¿Cómo llegó, finalmente, a los sonidos?

El sonido siempre estuvo presente, pero fue con el tiempo que me empecé a sentir más estimulado por ello. Primero hice muchos dibujos, luego experimenté con la pintura figurativa y finalmente, con 15 años, vendí toda mi colección para comprarme una grabadora. Cada vez me sentía más atraído por los sonidos y también empecé a interesarme por diferentes tipos de música, como la música étnica, Ravi Shankar o grupos de rock como Pink Floyd o Tangerine Dream, que hacían temas muy largos con los que me podía dejar arrastrar. Empecé a probar con diversos instrumentos, pero era demasiado impaciente para aprender, quería hacer música ya, y además me daba cuenta de que me gustaban demasiados sonidos diferentes, un solo instrumento no me satisfacía. Fui saltando de un instrumento a otro hasta que descubrí que con la grabadora podía tener todos los sonidos que quisiera.

¿Entonces su interés por los sonidos surgió de una manera innata? ¿No hubo influencia de la música electroacústica o de autores como John Cage?

Tienes que pensar que yo crecí en un régimen comunista que además era opresivo. Muchísimas cosas nos eran filtradas. Para conseguir algunas músicas que me interesaban, como todo el movimiento industrial, por ejemplo, tenía que acudir al mercado negro. A John Cage lo descubrí muy tarde, cuando, de hecho, ya estaba haciendo mi propia música. La primera vez que escuché a compositores como Stockhausen o Xenakis fue fantástico, porque descubrí que no tenía por qué sentirme juzgado por hacer la música que hacía. En Polonia me sentía dejado de lado, la gente pensaba de mí «es un tipo majo pero un poco extraño», y estos descubrimientos me confirmaron que la experimentación y el querer sentirse sorprendido por la música, que era lo que a mí me interesaba, no era una cosa tan extraña e incomprensible.

¿Suele obtener lo que espera de sus proyectos experimentales, o se contempla la posibilidad de que su exploración sea un gran fiasco?

Puede pasar, porque mis proyectos siempre conllevan un aprendizaje. Pero, habitualmente, me siento muy responsable por la realidad sensorial que va a experimentar el público, así que intento que mis propuestas salgan de mi estudio lo más pulidas posible. No me sentiría a gusto conmigo mismo si llevase hasta el público algo de lo que pensase «bueno, lo voy a hacer a pesar de que podría estar mejor». Para eso no lo hago. Es importante ser coherente contigo mismo y tener fe en tu creación. La gente aprecia esa honestidad, y si finalmente hay errores o algo sale mal la gente te lo podrá perdonar.

¿Qué es lo que estuvo trabajando en el taller «Escucha Animal» en Arteleku?

Principalmente hemos compartido experiencias y conocimientos, pues la gente que participó en el taller tenía perfiles muy diferentes. Por un lado hablamos muy filosóficamente acerca de los sonidos que producen los animales y de cómo nosotros los humanizamos, de lenguaje y de comunicación. En el lado práctico, decidí levantarlos a las 5 de la mañana para ir a grabar pájaros al bosque.

 

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