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CRíTICA Quincena Musical

Las mil y una caras de la Podles

 

Mikel CHAMIZO

Ewa Podles es una mujer de voz enorme y poderosa a la que siempre hemos visto en Donostia cantando en conciertos sinfónicos u óperas (aquél memorable «Viaggio a Reims» del 2002). Su perfil no parece el más obviamente adecuado para un recital, pero el martes ofreció uno en Donostia que fue todo un éxito.

Su voz, tan especial y rara, tiene algo de inflexible. No hubo un solo pianísimo auténtico en toda la velada, el cambio de color tímbrico entre registros es enorme y su emisión y vibrato son demasiado operísticos para la intimidad de un recital. Podles, sin embargo, suplió todos estos handicaps con un estupendo sentido dramático y actoral. Eligió, muy sabiamente, un repertorio de canciones que narran historias y que le permitían transformarse en diversos personajes o cambiar constantemente de un estado anímico a otro. En las preciosas canciones del ciclo «La guardería», de Mussorgsky, era ora el niño travieso o la niña asustada por un escarabajo, ora la niñera enfadada que lo castiga o la madre amorosa que la consuela.

Podles se convirtió en todos esos personajes con convicción y gracia, muchos gestos y cambios de carácter, y así salvó con sobresaliente un repertorio que quizá no hubiera podido abordar con tanto éxito desde lo estrictamente vocal. Su instrumento es mucho más apto para el Haydn de la «Cantata Arianna a Naxos» que ofreció también, y en la que la protagonista pasa de la desesperación al amor, de la esperanza al odio y de la alegría a la furia cada medio minuto, más o menos, para finalizar con una breve aria de bravura que terminó por volver loco al público, de tan intensa como fue la interpretación. ¡Bárbaro!

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