El asterisco ha saltado del teclado. Este signo ortográfico, relegado al olvido, ha tomado actualidad en el periodo estival y se ha convertido en un símbolo de advertencia que se ha dejado notar en el paisaje del país.

Esta estrella de seis puntas ha emergido cada vez que un ciudadano vasco ha visto pisoteados sus derechos, y con su mera presencia ha señalado y, a su vez, censurado la agresión.

Un asterisco se puso rumbo a Madrid a mediados de julio para arropar allí a los encausados en el juicio contra Udalbiltza; otro asterisco ha sido alzado por los jóvenes independentistas, cerca siempre de la diana represiva; y más asteriscos han despertado por cada txosna o comparsa festiva prohibida, por cada gaztetxe cerrado o por cada acto vetado.

La apisonadora de libertades, engrasada por los estados español y francés, no muestra piedad ante nadie y pone en tela de juicio los derechos más básicos.

En el panorama, en lo que al respeto de derechos se refiere, aún pintan bastos. Pese a que la urgencia y el deseo de que Euskal Herria pase a un escenario democrático es máximo, los mínimos democráticos que garanticen esa nueva situación todavía están lejos y un largo trayecto nos separa de ellos.

Caminar aunando fuerzas nunca ha sido una virtud de los vascos. Siempre existe una buena excusa para censurar la actitud del otro. La construcción de la democracia, sin embargo, requiere de todos y todas, por lo que por el bien común conviene dejar a un lado las diferencias.

Con ese objetivo, el Palacio Euskalduna vio nacer en enero a Adierazi EH!, una herramienta colectiva donde se cobijan iguales y diferentes para revertir la situación, restituir el respeto y restablecer la democracia en nuestro país. En estos ocho meses, como bien refleja el spot que se puede ver por la Red, la iniciativa ha logrado la adhesión de caras conocidas de diversas procedencias y creencias. El próximo sábado llegará el turno de la ciudadanía, el único garante para que este viaje llegue a buen puerto, y con éxito.