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Maite SOROA | msoroa@gara .net

Un reportero intrépido en Bizkaia

La pasada semana citábamos aquí a Jorge Bustos, avezado reportero de «La Gaceta», de Intereconomía, de viaje por la Aste Nagusia bilbaina.

Ayer comunicaba a sus lectores que abandonaba Bilbo y soltaba un par de perlas dignas de ser mentadas.

Contaba Bustos que en Bilbo «no ha logrado uno dormir de un tirón ni una sola noche». Y la culpa la tiene «el vaivén norteño de las temperaturas y ese ingenio alumbrado por Satanás que denominan aire acondicionado. Si lo apagas, te despiertas cocido en tu propio jugo; si lo enciendes, así sea al mínimo que permite el termostato, te despiertas aterido y con la garganta preparada para hablar euskera». O sea que para hablar euskara hay que padecer afonía. El tío no tiene desperdicio.

Luego nos da muestras de su profundo conocimiento de la realidad vasca: «antes de reincorporarme al vapor del asfalto madrileño pasé el día en la playa de Sopelana, que es la playa del centro mismo de Bilbao. Bilbao, como dicen los bilbaínos, tiene otra playa que es La Concha de San Sebastián: la playa de la periferia de Bilbao, como si dijéramos». Decir topicazo es poco decir, ¿verdad?

Sobre Sope nos cuenta más cosas el ignorante: «hay otros dos factores que asilvestran Sopelana: los surfistas y los nudistas». Ya entramos en materia.

Sobre los surfistas vizcainos tiene sus pegas: «la mayoría de estos surfistas se antojan exponentes de un salvajismo de pega, impostado, algo como el catalanismo de Montilla. Sería desalentador comprobar que el interior de aquel rousseauniano en neopreno que bracea al sol esconde el alma de un gerente de la Kutxa enchufado por el PNV». Este no ha estado en Sope, fijo.

Y luego están los nudistas. No se pierdan las consideraciones de quien cree que «lo verdaderamente natural es vestirse». Y llega la melonada: «El 99% del colectivo nudista lo constituyen gordos con el bolo colgandero y sus grávidas chorbas. El espectáculo suscita una repulsión inenarrable. Las tías buenas saben perfectamente que su desnudo está demasiado cotizado como para irlo regalando por ahí a cuatro pajilleros».

Pues a una le encanta tomar el sol y bañarse popabistan. Y no molesta a nadie. Bueno, tal vez al acomplejado Bustos.

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