Dos atentados cometidos por dos kamikazes contra las minorías religiosas chií y ahmadi en Quetta, capital del Baluchistán ocupado por Islamabad, y Mardán, en el noroeste del país, cerca de los bastiones talibán, acabaron ayer con la vida de al menos 59 personas en Pakistán, país que sigue sumido en el caos por las inundaciones que han anegado parte del territorio y dejado 18 millones de damnificados.

El balance podría haber sido mucho más elevado si el segundo de los atacantes no hubiera sido interceptado por la Policía cuando trataba de acceder a un lugar de culto ahmadi. Agentes policiales abrieron fuego sobre las 13.00, hora local, contra una personas que trataba de forzar la entrada del edificio en el que una treintena de personas se encontraban rezando. El kamikaze se inmoló en la acera, matando a un transeúnte e hiriendo a cuatro más, indicó AFP.

Dos horas más tarde, en Quetta, otro kamikaze hizo estallar el chaleco cargado de explosivos que portaba en medio de una manifestación chií en favor de los palestinos y contra Israel, convocada por la principal organización estudiantil de esta confesión religiosa en el país y en la que participaban unas 2.500 personas, según informó Mohammad Shaban, jefe policial de la ciudad, a AFP. Fuentes hospitalarias señalaron que en esa acción fallecieron al menos 57 personas y 206 resultaron heridas.

Tras el atentado, una turba protagonizó airadas protestas, que se saldaron con la destrucción de varios comercios, disparos al aire y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, a las que acusaron de no proveer suficiente protección, informó Efe citando medios locales.

En tres años han muerto más 3.600 personas en unos 400 ataques suicidas, asumidos en su mayoría por el Movimiento Talibán de Pakistán (TTP), aliado de Al-Qaeda, o grupos afines a él.

Los chiíes representan un 20% de los 170 millones de habitantes del país, frente al 80% de sunníes, confesión a la que pertenecen los talibán y los miembros de Al-Qaeda, para quienes se han convertido en su principal objetivo.

La otra minoría atacada es la ahmadi, también conocida como Qadiani, que profesa un Islam abierto y moderno. Esta corriente está prohibida en Pakistán, el único Estado con mayoría de población musulmana que no reconoce, por ley, los derechos de sus cuatro millones de fieles.