Álvaro Cuadra (2010/8/30) ARGENPRESS.INFO
Sub terra
A nadie con un mínimo de sensibilidad deja indiferente la épica lucha por la vida que han protagonizado la treintena de mineros atrapados en los túneles de la mina San José. (...) De algún modo, aquellos oscuros túneles evocan los célebres cuadros mineros pintados en 1904 por Baldomero Lillo en Sub terra. (...)
En este, el siglo de la Híper Industria Cultural, ya no corresponde a los novelistas ni cronistas dar cuenta de hechos de esta magnitud, tal tarea recae, fundamentalmente, en la televisión. Es ella la encargada de articular el relato épico de estos héroes del trabajo minero, y lo hace del único modo que conoce: el montaje audiovisual al servicio de un formato que mezcla lo informativo con el Entertainment. (...)
La lógica televisiva convierte de este modo un accidente del trabajo en espectáculo de masas. Un evento con connotaciones trágicas se ha convertido en un capital simbólico, del cual muchos reclaman su tajada. Como moscas sobre un pastel, desfilan personajes de la más diversa índole, desde un adusto ministro que ve crecer su popularidad hasta el más díscolo filántropo mediático que no pierde oportunidad de hacer públicas sus donaciones. Todo ello sazonado, por cierto, con una buena dosis de emotividad. (...)
No obstante, hay cuestiones de fondo que no se pueden soslayar. Por de pronto, hagamos notar que los mineros atrapados son víctimas de condiciones de trabajo que ponen en riesgo sus propias vidas, poniendo de manifiesto la precariedad de las leyes laborales y, muchas veces, la negligencia de algunas empresas, una situación que más allá de este caso puntual aqueja a muchos trabajadores chilenos. En rigor, no es una metáfora señalar que en Chile hay millones de trabajadores atrapados en los túneles de salarios indignos y pésimas condiciones laborales, cuando no en la cesantía. Es de lamentar que las cámaras de televisión no sean tan solícitas para mostrar, precisamente, los rostros de los pobres cuando adquieren la fisonomía de mapuches, campesinos, obreros y cesantes.
Han pasado más de cien años desde que Baldomero Lillo nos legara sus tristes cuadros mineros, mas sus palabras taciturnas parecen no perder vigencia entre nosotros.¡Cuántas veces en esos instantes de recogimiento había pensado, sin acertar a explicárselo, en el por qué de aquellas odiosas desigualdades humanas que condenaba a los pobres, al mayor número, a sudar sangre para sostener el fausto de la inútil existencia de unos pocos! (...)