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La profunda huella del gigante asiático

Los últimos datos que llegan sobre la economía China continúan asombrando en estos tiempos de crisis global. Una nueva relación de fuerzas está emergiendo en el mundo. Y con ella, nuevos y viejos problemas deberán ser atendidos.

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Isidro ESNAOLA I

En el segundo trimestre de este año, la economía china ha superado en tamaño a la de Japón, que ocupaba la segunda plaza hasta ahora, con 1,337 billones de dólares de PIB frente a 1,288 billones de Japón. Un billón de euros es el PIB anual del Estado español; es decir, que China produce en un trimestre aproximadamente lo mismo que la economía española en todo un año. Sigue creciendo a un ritmo del 10% anual y es posible que alcance el tamaño de la economía de Estados Unidos -a día de hoy, tres veces mayor- para el año 2020.

Un crecimiento espectacular que no se reduce a las manufacturas. Por ejemplo, según las estimaciones de World Travel Tourism Council (WTTC), China recibirá este año 54,6 millones de visitas internacionales, superando al Estado español (52,7 millones), y solo por detrás de Estados Unidos (55,5 millones) y el Estado francés (70,9 millones). China se está convirtiendo también en un gigante turístico.

Este potencial le ha permitido acumular un importante poder en las relaciones económicas internacionales. China es el país que más divisas extranjeras acumula (2,45 billones de dólares), una gran parte de las cuales las ha invertido en la compra de bonos del tesoro de los Estados Unidos. Sin embargo, durante el último año ha comenzado a desprenderse de la deuda norteamericana y ha vendido ya 100.000 millones, con lo que su cartera ha pasado de 940.000 millones en julio de 2009 a 844.000 millones en junio de 2010.

De momento, compradores no faltan, ya que cuando la situación es incierta, como ocurre en estos tiempos, los inversores prefieren vender sus participaciones en bolsa y comprar deuda pública, con menor rendimiento pero mucho más segura. Así, a pesar de las ventas, su precio sigue siendo bajo. Ahora bien, si nos fijamos en los poseedores de esos títulos, el primero sigue siendo China con 844.000 millones, seguido de Japón con 804.000 millones, y el tercero en esa lista es la Reserva Federal de Estados Unidos con 777.000 millones. Esto quiere decir que el Gobierno de Washington está emitiendo deuda y que gran parte de la misma la está comprando su propio banco central; este hecho no es precisamente una señal de que EEUU esté en una situación desahogada.

Si a esto añadimos las declaraciones del ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que en una entrevista al diario austriaco «Kurier» decía que «EEUU tendrá que abandonar el modelo de crecimiento financiado a través de la deuda», la Administración Obama se puede encontrar con un panorama complicado a corto plazo. Como es sabido, los ricos siempre han vivido de deudas que estaban avaladas más por su poder que por su riqueza. Y así lo ha hecho Estados Unidos, que vendía sus bonos en el resto del mundo canalizando el ahorro de otros países para su beneficio. Hasta ahora. Los síntomas de que esto no va a ser así durante mucho más tiempo se multiplican. Parece que su poder ha empezado a declinar y sus «papelillos» ya no tienen tanta aceptación.

China, por su parte, además de vender deuda estadounidense, está comprando activos en euros y, sobre todo, deuda de países asiáticos, de Japón y Corea del Sur sobre todo. Diversificando sus inversiones, Beijing se asegura una posición clave en el mundo que está emergiendo.

Huellas sociales

Ahora bien, ese gran potencial económico no está exento de problemas. La riqueza que genera está muy desigualmente repartida. Además, esa riqueza es todavía muy pequeña en relación con la población. En el listado que elabora la ONU sobre la riqueza por persona o renta per cápita de todos los países del mundo, China se encuentra en el puesto 103, entre Angola y El Salvador, lo que da una idea del modo de vida de la mayoría de la población. Como no se cansan de repetir sus dirigentes, China es un país en desarrollo y, a juzgar por una de las últimas noticias llegadas desde allí, el reto que afronta no es baladí.

Como imagen representativa de lo que ocurre, el pasado mes de agosto se informó de que se había registrado una caravana de automóviles y camiones de casi 100 kilómetros, que atravesaba tres regiones y terminaba a las puertas de Beijing; quince días duró el embotellamiento en esa carretera. Los problemas también van en proporción a las dimensiones del país.

China es ya el primer comprador de vehículos del mundo con alrededor de 900.000 automóviles mensuales y cerca de 325.000 camiones. Para hacernos una idea, en el Estado español se venden alrededor de 80.000 automóviles al mes o, lo que es lo mismo, unas diez veces menos y solamente unos 13.000 vehículos de transporte incluyendo camiones, camiones ligeros y furgonetas. China ha optado por un modelo de desarrollo y urbanización similar al de los países del Atlántico Norte, lo que puede provocar su colapso y también el del resto del planeta, por la sencilla razón de que no hay acero en el mundo para que todas las familias chinas tengan la misma cantidad de coches que tienen las familias europeas.

Huellas medioambientales

Un indicador del tipo de desarrollo es la huella ecológica que, grosso modo, mide la cantidad de territorio ecológicamente productivo -cultivos, pastos, bosques y sistemas acuáticos- que necesitan los habitantes de un determinado lugar para mantener su modo de vida, esto es, para obtener los recursos que van a consumir y para asimilar los desechos que van a generar. Quienes calculan este indicador dicen que necesitaríamos un planeta y medio para mantener el número de habitantes y la cantidad de consumo actual; dicho de otra manera, estamos sobrepasando la capacidad de regeneración de la Tierra y poniendo en riesgo las condiciones para la vida a largo plazo.

Pues bien, según este indicador, China ha pasado de un modo de vida que tenía en cuenta la capacidad de carga de su territorio -no en vano, el problema que han tenido que enfrentar a lo largo del tiempo lo resumen sus dirigentes en la frase «mucha gente, poca tierra»- a otro basado en un consumo de energía y materiales similar al de los países del Atlántico Norte y Japón. Hasta el año 1975, la capacidad de carga de su territorio era suficiente para mantener en el tiempo a sus habitantes, para abastecer la demanda de recursos por persona. Pero, a partir de ese momento, el divorcio entre la capacidad de su hábitat y su modo de vida se ha hecho cada vez mayor. La capacidad del territorio para suministrar recursos y asimilar desechos va cayendo mientras que la demanda de recursos, esto es, la huella ecológica, se ha doblado. De hecho, a día de hoy, la falta de tierra cultivable les ha llevado a comprar tierras en África, una solución que tiene un recorrido muy corto pues pronto las necesitarán esos mismos países que se las han vendido.

Se puede comparar ese indicador con los del Estado español y francés. Como se observa en el gráfico anexo, el déficit es aún mayor en los países de Europa. Llama la atención sobre todo el caso del Estado español: aunque la capacidad del territorio es casi el doble que la de China para producir alimentos y asimilar residuos, se necesitan más de cinco hectáreas por habitante, lo que da una idea de las consecuencias ambientales de un modelo de desarrollo basado en la construcción de infraestructuras para el automóvil y en la especulación inmobiliaria. Este indicador revela los gastos ocultos de ese modelo depredador; el resto ya los conocemos.

El Estado francés, con una capacidad del territorio mayor todavía para abastecer la demanda de la población, tiene un déficit menor, porque su modelo de desarrollo consume menos recursos que el español aunque bastantes más que el chino, más del doble. No hay datos contrastados sobre el conjunto de Euskal Herria, pero todo hace suponer que estará más cerca de la huella ecológica española que de la francesa. No es difícil imaginar qué ocurrirá si los chinos alcanzan la huella ecológica del Estado español: el mundo colapsará.

El problema no es China; el problema es un modelo de desarrollo y un modo de vida artificial y depredador que Europa ha exportado como la panacea a la que tenían que aspirar todos los pueblos del mundo cuando en realidad es insostenible. China es solamente el espejo en el que se reflejan las incongruencias de nuestro modo de vida y del actual modelo de desarrollo.

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