CRíTICA cine
«Submarino». Dos hermanos
Koldo LANDALUZE I
Thomas Vinterberg ramifica en este crudo drama las afiladas intenciones que desarrolló en su demoledora “Celebración”. Los demonios internos que anidan en las familias desestructuradas sigue siendo el caudal principal del que bebe este autor que sabe plasmar como pocos lo que siempre callan las palabras.
En las miradas de los personajes vinterbergianos siempre se asoma el dolor de forma clara y concisa y en el caso de los dos hermanos protagonistas, esas miradas, son como espejos rotos en los que se reflejan el uno frente al otro. Un cruce de miradas tensionadas en el cual van adquiriendo forma los infiernos que legó una infancia trágica plasmada con gran acierto por el actor Jakob Cedergren.
Ambientada en un barrio de clase obrera de Copenhague, el argumento centra todo su interés en la crónica emocional de dos hermanos condenados a vivir bajo el peso de un pasado que marcó su infancia y ha triturado su edad adulta. El mayor de los dos se muestra angustiado y saca a relucir su dolor mediante brotes de furia mientras que su hermano pequeño, se ahoga sin remisión en heroína, incapacitado para afrontar el cuidado de su hijo. Con estos ingredientes, el cineasta danés prepara un explosivo cóctel al que únicamente le hace falta una mecha.
Para certificar que estamos ante una radiografía del alma implacable, Vinterberg ha optado por una fotografía gélida que envuelve una escenografía en la que apenas hay un hueco para que se filtre un rayo de sol esperanzador. Como se puede apreciar, esta historia es, ya de por sí, un golpe directo al espectador a quien, el cineasta, pretende dejar K.O con un crescendo dramático que parece no tener fin. Y este es, precisamente, el lastre principal de esta realización que se ha excedido en el subrrayado innecesario de unas situaciones tendentes al tremendismo. El encadenado de golpes que recibe el espectador contra las cuerdas es constante, pero consigue eludir el beso contra la lona, mal que le pese a Vinterberg.