Regresamos a Nueva York, otro 11S. A vista de pájaro, la embarazosa cicatriz de su Zona Cero rezuma vida, aires de libertad. No es para menos. Sólo en esta ciudad, cerca de 90.000 aves mueren cada año estrelladas contra los rascacielos.

La luz tiene la culpa. La contaminación lumínica de Nueva York desorienta a los pájaros, perturba sus señales naturales de navegación. Una organización ecologista neoyorquina, Audubon, ha puesto en marcha por quinto año consecutivo la campaña «Luces fuera». Pide a los propietarios de grandes edificios que apaguen las luces de sus pisos desocupados y a los trabajadores nocturnos que bajen las persianas o utilicen lámparas de escritorio en lugar de iluminación de techo. El Empire State, el Rockefeller Center o el edificio Chrysler, entre otros gigantes, secundan una iniciativa que durará dos meses, hasta el 1 de noviembre, coincidiendo con la migración de las aves en otoño.

Regresamos a Nueva York, un nuevo 11S. A vista de pájaro, la capital de las Naciones Unidas deslumbra con su colorido. «El mundo está lleno de países, la mayor parte de ellos extranjeros. Ya llenaron los cielos de banderas, ni yo me explico cómo pueden circular los ángeles sin chocar con los lienzos», protestan en un magistral relato del escritor africano Mia Couto. La guerra de banderas toca cielo. Los ángeles y los pájaros tienen los vuelos contados.

Cuestión de gustos, prioridades, sueños. Entre el mayor rascacielos y la mejor bandera... elijo el pájaro. La libertad frente a la jaula.