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11-S en Kabul, acaban las fiestas y comienza la cuenta atrás

La celebraciones del fin del Ramadán y del noveno aniversario de la muerte de Ahmad Sha Masud han contribuido a aliviar la tensión en la capital afgana. Sin embargo, tanto kabulíes como expatriados se preparan ya para el previsible y anunciado incremento de la violencia a una semana de las elecciones parlamentarias afganas.

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Karlos ZURUTUZA I

La victoria está cerca», es la letanía que se ha repetido estos días en Kabul desde que el esquivo mullah Omar reapareciera en escena. La soflama venía acompañada por la atemporal foto del tuerto de Kandahar, ésa en blanco y negro tipo carnet que se congelaba en los televisores antes de que una voz en off en dari cambiara de tema. Aquí es fácil. Estos días se ha hablado del peligro de colapso del Kabul Bank, ante cuya entrada se agolparon más de 200 clientes que temían por sus ahorros. La crisis se solucionó a bastonazo limpio por parte de la Policía pero, sobre todo, gracias a la intervención del Banco Central. También se ha informado de que la inflación ha crecido un 20% durante el ultimo mes (el litro de gasoil cuesta casi un dólar), y de que Petraeus asegura que las operaciones en Helmand y Kandahar «van por buen camino». En resumen, que la victoria está cerca.

Mientras, en la calle, otro comandante, Ahmad Sha Masud sigue aún sonriendo desde miles de carteles en fachadas, farolas y parabrisas con su pakul (gorro de lana local) cuidadosamente ladeado hacia atrás, su barba baja y su icónica porte de «Che Guevara del Islam»; ciertamente, nada que ver con la sombría figura del espartano Omar. Y es que el pasado jueves se celebraba el «9-S», el aniversario de la muerte en 2001 del carismático líder tayiko a manos de dos tunecinos con pasaporte belga enviados por Bin Laden. Un poco más tarde, tal día como hoy, cayeron las torres gemelas. Alguno decía que el eterno manto de polvo amarillo sobre Kabul llega desde el corazón de Manhattan, sin duda una visual y elocuente metáfora para explicar lo vivido aquí los últimos nueve años.

«El día de Masud», fiesta nacional en Afganistán, tuvo su continuación en Panshir, el valle natal del líder tayiko donde se estrelló el Ejército rojo. Allí se congregaron ayer miles de tayikos como él para cantar, rezar, comer y depositar miles de flores en el mausoleo levantado a la memoria del «León del Panshir». La peregrinación coincidía este año con el Aid el Fitr, la fiesta que da fin al Ramadán con la que sueñan millones de musulmanes en todo el mundo durante un mes. Los petardos, las bocinas y la inusual cantidad de gente en las calles después de cenar celebraban con estruendo el fin del ayuno musulmán.

«Masud fue el más grande, nunca habrá otro cómo él», exclamaba previsible Essam, tayiko del Panshir al igual que su difunto líder. Iban siete como él al valle en un Toyota cubierto de retratos del susodicho, y de cuyas ventanas traseras ondeaban sendas banderas negras.

«Masud fue un comandante brillante pero un fracaso en la política, sólo gobernaba para los suyos», zanjaba Rahmatullah, un pastún de 34 años que dirige la ADCE, una de las compañías de desminado afganas.

El distrito de Jaada Maiwand, que atraviesa el río Kabul, fue el campo de Marte en el que las tropas de Masud se enfrentaron a las del pastún Gulbuddin Hekmatyar por la conquista de la ciudad. Han pasado más de 15 años desde aquello, pero los escombros y los tabiques solitarios son aún testigos de aquel terrible enfrentamiento. Desde una tienda, sin puerta ni techo, de neumáticos de segunda mano, Kabir no quiere ni oír hablar de unos ni de otros: «Masud olvidó que los pastunes somos mayoría en Afganistán mientras que Hekmatyar aún pretende que todos seamos talibán...», se quejaba el pastún junto a una montaña de neumáticos reblandecidos por el sol del mediodía.

La estampa era muy distinta en el bullicioso bazar de Shar-e Nau, en el centro de Kabul. Allí los puestos de los cambistas al aire libre se multiplican a lo largo de la carretera junto con los de DVD piratas, un negocio este último que, de cumplirse las profecías del mullah Omar, será de los primeros en desaparecer.

«En cuanto pueda me largo, estoy harto», sentenciaba Rahim mientras dudaba entre el Hindi Pop o lo último en hip hop árabe de Líbano.

Elecciones a la vista

«Por favor, no salgas a la calle ni el sábado ni el domingo. Y si lo haces ponte un shalwar kamiz (el conjunto de camisa y pantalón holgados)», se nos ha alertado a más de un extranjero desde que un tal Terry Jones amenazara con «celebrar» la fecha de hoy quemando ejemplares del Corán. En el momento de redactar esta crónica, el pastor de Florida no ha dicho sí o no, pero las protestas se multiplican ya por todo el país, desde la sureña y remota Nimruz hasta Badakhshan, en la frontera de Tayikistán y China.

En cualquier caso, las elecciones parlamentarias del próximo 18 habían disparado ya los protocolos de seguridad ante los más que previsibles atentados en la capital afgana. El lento y tortuoso tráfico se ralentiza aún más debido los cada vez más estrictos controles, sobre todo en el centro comercial y administrativo de la ciudad. A la miríada de policías de tráfico que invaden la ciudad se le suman ahora lampiños soldados afganos que saltan al asfalto desde furgonetas pick up. El Ejército enseña músculo y se deja ver en la capital afgana, un «estamos aquí» dirigido a los discípulos del tuerto de Kandahar.

Por el momento, los uniformados sólo reciben respuesta de los cientos de niños que les disparan con sus fusiles de plástico, aparentemente, el único juguete en Kabul. En el barrio de Kolola Pushta, son legión los niños que «desafían» a la autoridad emboscándose tras los montones de basura y saltando sobre las acequias cuya peste acaba impregnando la ropa. Pero también está el solitario que busca la tranquilidad y el espacio abierto del cementerio local para volar su cometa. Ciertamente, nada que ver con el lujo de cinco estrellas del hotel Kabul Serena, en el centro de la ciudad.

Temor al fraude

«En contra de lo que se pueda pensar, esta elecciones son decisivas para el futuro de las tropas desplegadas en el país», asegura desde el hall del hotel Roy, oficial de la USAID, la agencia gubernamental americana que se encarga de distribuir la mayor parte de la ayuda exterior no militar. Su diagnóstico a apenas una semana de las elecciones es claro: «Si estas elecciones vuelven a resultar un fraude como las anteriores, la presión de la opinión pública para acabar con la misión en Afganistán va a ser insoslayable. La gente hace tiempo que no ve sentido a dilapidar el dinero de sus impuestos en un Gobierno corrupto».

En la misma burbuja de lujo se encuentra Hartwig S, diplomático alemán de carrera cuyo destino desde hace escasos meses es la insurgente Kunduz, al norte del país. Acaba de volar desde Frankfurt para su nuevo relevo de cinco semanas durante las cuales no saldrá del acuartelamiento alemán. Aunque confía en que las elecciones serán transparentes, asegura tener preocupaciones aún más inmediatas.

«Apenas podemos reconstruir nada; los puentes, las carreteras...toda infraestructura que intentamos levantar es destruida inmediatamente después por los talibán», explica impotente este alemán de Hamburgo que, como casi todo el mundo aquí, usa varios teléfonos móviles debido a la precario de la red telefónica. El diplomático tampoco tiene pelos en la lengua: «A Berlín le ha costado nueve años reconocer públicamente que esto no es una misión humanitaria como nos decían en un principio. Esto es una guerra, aquí muere gente», subraya.

Una bomba de relojería

Afganistán se prepara para un aumento de la violencia de cara a las elecciones parlamentarias del domingo. Un total de 2.545 candidatos, entre ellos 410 mujeres, compiten por 249 escaños en la cámara baja del Parlamento, la Wolesi Jirga. La campaña se ha visto ya empañada por un incremento significativo de la violencia en todo el país. Durante las últimas semanas han sido abatidos a tiros tres candidatos y siete trabajadores voluntarios. Asimismo, un gran número de individuos vinculados al proceso electoral han resultado heridos y/o secuestrados en acciones siempre reivindicadas por los talibán. Una de las tácticas más recurrentes esta vez han sido las frecuentes amenazas a distintas candidatas al Parlamento. Según un reciente informe elaborado en la provincia de Logar, nueve de cada diez ataques han sido dirigidos contra mujeres. Fuazia Kufi, activista por los derechos de las mujeres en Afganistán, ha asegurado estos días que «el creciente interés por la política entre las mujeres ha desafiado a los valores tradicionales de la conservadora sociedad afgana».

Por su parte, las tropas extranjeras mataron el pasado jueves al comandante talibán Nur Mohammad en un «ataque aéreo de precisión». El insurgente estaba supuestamente involucrado en operaciones con bombas de carretera -una de las tácticas preferidas de los talibán- y ataques suicidas en Kabul y, siempre según fuentes de la Coalición, se disponía a atentar en la capital afgana durante los días previos a la cita electoral.

La IEC (Comisión Electoral Independiente) ha anunciado que alrededor de 900 colegios electorales, la mayoría de ellos en el sur y este del país, no abrirán sus puertas por motivos de seguridad.

Un portavoz del pastor jones dice que la quema del corán se cancela

La anunciada quema del Corán y la construcción de una mezquita cerca de la «zona cero» han agitado el ambiente en vísperas de la conmemoración hoy de los ataques del 11-S, que durante ocho años se han celebrado con gran solemnidad y quietud. A última hora de la noche de ayer (hora de Euskal Herria), un portavoz del pastor evangelista de Gainsville (Florida) Terry Jones aseguró que la iniciativa de quemar ejemplares del libro sagrado de los musulmanes, prevista para las 18.00 (hora local) de hoy, no se llevará a cabo. «Me gustaría confirmarlo al cien por cien», dijo K.A. Paul.

Unas horas antes, Terry Jones había dado por vencido el ultimátum de dos horas al imán Feisal Abdul Rauf, que impulsa el proyecto de construir un centro islámico cerca de la «zona cero» de Nueva York, para que cambie ese emplazamiento, aunque no aclaró si seguiría adelante con su iniciativa, un anuncio que provocó una cascada de críticas y llamamientos a la tolerancia religiosa en todo el mundo.

Jones suspendió su iniciativa tras sugerir que hoy se reuniría con el imán, pero éste declaró ayer que ni ha cambiado el emplazamiento de la mezquita y que no tiene previsto reunirse con el pastor. Después de horas confundiendo a la opinión pública, su portavoz anunció la cancelación definitiva. GARA

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