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Movimientos políticos en Euskal Herria: Veto en Bilbo

La primera batalla de una nueva fase

Ramón SOLA

No merece la pena perder mucho tiempo en especular sobre qué ha pretendido el Estado español vetando las movilizaciones de Bilbo por los derechos y enfrentándose así a una mayoría sindical, social y seguramente también política. Quizás busque crear contradicciones en la izquierda abertzale, o provocar reacciones que le alejen de sus compañeros de viaje, o recalcar la amenaza de que la legalidad española aún puede ser más arbitraria y antidemocrática, o simplemente molestar. Es igual. La consecuencia es que sus infumables recursos, sus ridículos autos y sus parafernalias policiales contribuyen a poner las pilas aún más a todos los abertzales o simples demócratas del país, incluidos quienes pudieran haber pensado que el domingo pasado se abría un camino cómodo.

Con España no hay margen para sorpresas. Tan irreal es pensar, como hacen sus políticos y opinadores, en que ETA va a dejar las armas porque sí y de la noche al día como creer que la declaración del domingo desencadenaría un autofulminante desmantelamiento de estructuras, leyes represivas y cuarteles. En el mejor de los casos PP y PSOE estarán pensando en tratar de convertir la derogación de la Ley de Partidos o la corrección de la política penitenciaria en una moneda de cambio para lograr más pasos de la izquierda abertzale.

El litigio de estos días es el primer combate de una nueva era. Una era en la que la izquierda abertzale no está sola y tiene armas poderosas, aquí y en el mundo. Basta recordar que varios de quienes le acompañaban ayer estaban en el gobierno que mandó peloteros y tanquetas de agua contra los manifestantes en Bilbo otro sábado de setiembre hace ocho años. Casi todos los partidos han denunciado el veto. Que el PSOE diga sentirse apoyado unánimemente sólo es una muestra más de su aturdimiento.

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