«No me importa morir si ello contribuye a mejorar la situación de mi pueblo»
«Licenciada en Medicina de 35 años busca un asiento en el Parlamento Afgano»: un escueto y sencillo anuncio por palabras, a la vez que una pretensión que se puede pagar muy cara en Afganistán. La candidata Shukria Serat Wali Zada lo cuenta en una exclusiva entrevista concedida a GARA en vísperas de unas elecciones decisivas para el futuro inmediato del país en guerra.
Karlos ZURUTUZA
Tres candidatos y siete trabajadores voluntarios ejecutados, decenas de heridos y 10 secuestrados. Éste es el saldo, hasta hoy, de las elecciones afganas de 2010. Cada uno de los 2.500 candidatos se sabe directamente amenazado por los insurgentes y, sobre todo, las 410 candidatas. La mayoría de los retratos de estas últimas han sido arrancados, rasgados... pero la peor parte se la han llevado las fotografías de aquellas que, como Shukria Serat Wali Zada, se atrevían a mostrar un mechón de su cabello bajo el velo. Los afganos más conservadores les responden escribiendo «puta» sobre sus ojos.
En los carteles que siguen intactos, los rostros de estas valientes mujeres reflejan siempre una fuerte determinación, apenas disimulada por la incertidumbre que produce enfrentarse al «mundo fuera del burka». Desde allí nos habla Wali Zada.
Ha habido ataques de los talibán contra agentes vinculados al proceso electoral, especialmente contra las candidatas. ¿Cuál ha sido su experiencia?
Sé muy bien lo que significa ser mujer en Afganistán y nada me pilla de sorpresa. Yo he sido amenazada de muerte por teléfono en varias ocasiones e increpada en diversos actos públicos, pero la peor parte se la han llevado nuestras colegas en Herat y Ghazni, que han sido golpeadas. La tensión ha sido y sigue siendo constante, sabemos que podemos ser atacadas.
¿Por qué decidió presentarse sabiendo el riesgo que corre?
Aunque se han dado algunos pasos en aras de construir un país democrático, todos hemos visto cómo la mayoría de los puestos del Gobierno y el Parlamento han sido ocupados por señores de la guerra, empresarios, traficantes de heroína... Ninguno busca el bienestar de su pueblo, sólo satisfacer su codicia y sus intereses. Si me presento no es sólo porque deseo que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde, sino también porque deseo que los puestos de responsabilidad recaigan en individuos con formación para ocuparlos y con vocación para desempeñar su labor por el pueblo.
¿Cumple usted ese perfil?
Soy licenciada en Medicina por la Universidad de Kabul y creo que he demostrado vocación de servir al pueblo como directora del Instituto para Asuntos de la Mujer afgana. Las amenazas contra mi persona no se han producido únicamente a raíz de mi candidatura al Parlamento.
El sentimiento general respecto a la transparencia en los comicios de mañana es bastante pesimista. ¿Cree que se repetirá un escenario de fraude?
Yo tampoco tengo motivos para sentirme optimista. Las elecciones de 2009 fueron vergonzosas, un espectáculo lamentable que supuso un mazazo para las esperanzas que habíamos depositado en el futuro. Pero se debió a la falta de preparación de la mayoría de nuestros líderes. El futuro de la ayuda internacional para la reconstrucción y la presencia de tropas de la Coalición dependen, en gran medida, del resultado de estas elecciones.
¿Merece realmente la pena correr todo este riesgo por unas elecciones en cuya legitimidad ni siquiera confía?
¿Qué otra cosa puedo hacer? No me importa morir si ello contribuye a mejorar la situación de mi pueblo.
¿Qué es lo primero que hará si resulta elegida?
Lucharé para que los cargos políticos sean ocupados por gente válida, y no por una «pandilla de piratas», cuyo comportamiento es el principal responsable de la situación actual.
¿Incluye usted a Hamid Karzai en ese grupo?
Desgraciadamente, el presidente Karzai es de los pocos líderes del país que se ha esforzado en aunar los esfuerzos de todos. Es el único que ha conseguido sentarlos alrededor de una mesa.
Karzai ha mostrado su disposición a negociar con algunos talibán. ¿Ese gesto puede ayudar a estabilizar el país?
Los talibán afganos no son un grupo homogéneo. La mayoría no ha estudiado en una madrasa (escuela coránica) y muchos son simples campesinos que han perdido tierras o familias y han tomado las armas por venganza o, simplemente, por un salario. Karzai ha tendido la mano de forma muy inteligente a quienes quieran integrarse en la nueva sociedad afgana. Si tiene éxito, los cambios serán enormes.
¿No tendría una supuesta negociación con los talibán contrapartidas en los derechos de las mujeres afganas?
Bajo ninguna circunstancia podemos permitir que las mujeres afganas sigan siendo invisibles bajo un burka. Se puede ser generoso con aquellos que depongan las armas, siempre que acepten las reglas del juego básicas.
Ciertos grupos desencantados con el Gobierno dicen que la única solución es la división de Afganistán en base a líneas étnicas. ¿Cuál es su opinión?
De ninguna manera podemos aceptar la división de nuestro país. Somos un pueblo con más de 500 años de historia común y un fuerte sentimiento de identidad. Yo soy tayika y hablo dari, mis vecinos pueden ser pastunes, uzbecos, hazaras...pero pregunte a cualquiera de ellos y todos le dirán que son afganos. Si por alguna circunstancia algún agente externo intenta dividir al país, nuestro pueblo se levantaría en jihad como ya ha ocurrido en más de una ocasión. Incluso en las zonas tribales de Pakistán que se definen a sí mismos como «afganos», ¿cómo podríamos negarlo los que vivimos aquí?
¿A qué «agentes externos» se refiere?
Por desgracia, tanto Irán como Pakistán tienen su propia agenda en Afganistán, que obviamente no coincide con la de Kabul. Irán históricamente ha extendido su influencia en el oeste, entre la comunidad chií hazara, mientras que Pakistán ha estado apoyando a los talibán, todos ellos sunníes, en el este. La única forma de hacer frente a esta agresión constante es permanecer unidos.