La Italia de la que está enamorado George Clooney
«El americano»
George Clooney protagoniza y produce «The American» a través de su nueva compañía independiente Smoke House, de la que es propietario junto a su socio y amigo Grant Heslov. El empeño de ambos fue rodar la película en las localizaciones previstas de los Abruzzos italianos, para así ayudar a la recuperación de la zona asolada por la catástrofe del terremoto.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
No tengo ninguna duda de que el amigo americano para los italianos es George Clooney, quien pasa parte del año en su residencia junto al lago Como, además de tener una novia de allí. Italianos son también el café y el aperitivo que anuncia en todo el mundo. Y hasta he llegado a pensar que ha tenido mucho que ver en el éxito de la canción de este verano, eso que la televisión ha dado en llamar «Pa Panamericano», y que, en realidad, se trata de una nueva remezcla del clásico de Renato Carosone «Tu vuò fa' l'americano», hecha a cargo del grupo australiano Yolanda Be Cool, con el título internacional de «We No Speak Americano». Me gustaría dar a entender con esto que la imagen de George Clooney vende mucho directa e indirectamente. Su apoyo personal al rodaje italiano de «El americano» ha sido decisivo, y ha estado por encima de lo meramente simbólico. Aunque su agenda está cargada de proyectos, demasiados, se entregó de lleno a este proyecto concreto en cuerpo y alma.
Quiso el destino que la zona de los Abruzzos, en la que estaba previsto el rodaje, fuera golpeada por el terremoto. George Clooney se presentó allí de inmediato para transmitir su apoyo a los habitantes que habían perdido sus casas, prometiéndoles que el rodaje no se suspendería, y que sería de ayuda para la recuperación de una parte de Italia, olvidada por el propio presidente Berlusconi.
En clave de western
El fotógrafo Anton Corbijn empezó a dirigir cine hace sólo tres años, y confiesa no tener un bagaje cinéfilo como otros realizadores que llevan más tiempo estudiando y haciendo cine. El holandés intenta compensar sus lagunas con los recuerdos de infancia, cuando veía en la televisión pionera series del género western, siendo la que más huella le dejó «Rawhide», protagonizada por un jovencísimo Clint Eastwood.
A la hora de dar un tratamiento diferente al guión de «El americano», le pidió a Rowan Joffe, encargado de adaptar la novela «A Very Private Gentleman», de Martin Booth, que le diera un toque de western. No era nada descabellado, dado que el argumento lo admitía por presentar a un forastero, un hombre de armas, que se retira a un pueblo pequeño donde está a punto de echar raíces por la estrecha relación que establece con una bella joven y con el cura, hasta que el pasado violento reaparece y le lleva a un duelo final a muerte con su destino.
Martin Booth había publicado la novela hace veinte años, y los derechos fueron adquiridos rápidamente para ser llevada a la pantalla. El autor moría en el 2004 sin ver su libro convertido en película, a falta de un impulso capaz de sacar adelante una producción que no parecía atraer a los inversores, seguramente por no responder a las características dinámicas del thriller de acción.
En cambio, a George Clooney le gustó precisamente su estilo introspectivo, con un personaje solitario y silencioso como los de las películas de Jean-Pierre Melville, alguien violento que encuentra su refugio tranquilo alejado de todo.
Jack, que a dicho escueto nombre ficticio responde el personaje de George Clooney, decide retirarse al pequeño pueblo veronés de Castelvecchio. Necesita recuperarse del cansancio y del dolor dejado por una misión trágicamente fallida en Suecia pero, por su condición de asesino a sueldo, no puede librarse así como así del pasado, viéndose obligado a aceptar el encargo de preparar un arma para una nueva acción.
El nuevo trabajo le deja tiempo para irse adaptando a la vida rural, con lo que toma conciencia de cómo sería su vida si pudiera empezar otra vez de cero. La cuestión a debatir en «El americano» es si es posible dejar la violencia y, en caso de lograrlo, si se trataría de un simple cambio de orientación o de una verdadera redención.
En cualquier caso, es un tipo de debate interno que el protagonista mantiene consigo mismo. Él es el único que conoce su anterior existencia, sus actividades secretas y los pecados que necesitaría expiar. Para los lugareños de Catelvecchio, por contra, es un completo desconocido, un forastero con el que acaban de empezar una relación desprejuiciada y carente de referencias negativas.
Casting local
El asentamiento del extraño se materializa mediante el contacto directo con una joven lugareña interpretada por la actriz Violante Placido, hija de Michele Placido, toda una institución dentro del cine italiano. El otro habitante no es menos influyente, pues viste la sotana de cura-párroco. Y debajo de los habitos está el veterano Paolo Bonacelli, que ha trabajado a lo largo de su carrera con los grandes maestros italianos, además de con Alan Parker en «El expreso de medianoche». Se puede citar, entre los muchos directores para los que ha trabajado, a Pier Paolo Pasolini, Michelangelo Antonioni, Roberto Rossellini, Francesco Rossi, Marco Bellocchio, Mario Monicelli, Liliana Cavani, Mauro Bolognini, Dario Argento o Roberto Benigni.
El acertado casting local es una manera de rendir homenaje al cine italiano, sin limitarse a explotar unos escenarios rurales con su encanto turístico. El cuidado de la producción se aprecia en muchos de los detalles externos de la película, también en los carteles que han sido diseñados siguiendo los patrones estéticos del género en los años 60. Se ha comparado el cartel original de «The American» con el de thrillers clásicos como «Bullitt», sin olvidar el del neowestern «Dos hombres y un destino». Una excelente portada para una película muy elaborada visualmente, y que determinará el futuro de Anton Corbijn en la dirección, ya sea dentro o fuera de Hollywood.
Dirección: Anton Corbijn.
Guión: Rowan Joffe, sobre una novela de Martin Booth.
Producción: Grant Heslov.
Intérpretes: George Clooney, Violante Placido, Paolo Bonacelli, Thekla Reuten.
País: EE.UU., 2010.
Duración: 105 minutos.
George Clooney es el único que conoce su anterior existencia, sus actividades secretas y los pecados que necesitaría expiar; para los lugareños de Catelvecchio, por contra, es un completo desconocido.
Su apoyo personal al rodaje italiano de «El americano» ha sido decisivo y ha estado por encima de lo meramente simbólico. Aunque su agenda está cargada de proyectos, demasiados, se entregó de lleno a este proyecto.
Antes de romper con su antiguo socio de años Steven Soderbergh, George Clooney ya empezó a colaborar con Grant Heslov, junto al que ha formado su nueva compañía Smoke House. Desde que Heslov le produjera su segundo largometraje como director «Buenas noches, y buena suerte», Clooney ha aprovechado su independencia dentro de Hollywood para simultanear el trabajo de actor con el de realizador al que, a partir de «Ella es el partido», piensa dedicarse de lleno. Su amistad con los hermanos Coen le ha servido para que éstos le cedan la dirección de una de sus comedias negras, la provisionalmente titulada «Suburbicon», que en principio solamente iba a protagonizar. El único inconveniente es que Heslov y Clooney están comprando los derechos de demasiadas novelas y guiones a la vez por lo que, en algunos casos, deberán delegar en otros cineastas. Tendrían que estar ya adaptando el best-seller de John Grisham «The Innocent Man», si no fuera porque tienen en cartera también «The Tourist», que es otro thriller de espionaje, y hasta cuatro thrillers políticos: «Hamdan v. Rumsfeld», «Farragut North», «Our Brand is Crisis» y «Escape from Teheran». M.I.
Anton Corbijn ha seguido una evolución lenta pero segura dentro del medio audiovisual. Este holandés errante empezó como fotógrafo de conciertos musicales, para luego pasar a la realización de videoclips y, finalmente, debutar en la dirección cinematográfica con el biopic musical sobre Ian Curtis, «Control». A los 55 años, ha conseguido dar el salto a Hollywood con su segundo largometraje, lo que le hace sentirse como un principiante cargado de ilusiones a pesar de su edad madura. Es ahora cuando ha encontrado un camino propio con «El americano», porque no quería quedarse encasillado en retratos de músicos o cantantes para el resto de su vida. En el futuro, puede llegar a ser un buen ilustrador de guiones ajenos, un adaptador concentrado en la parte visual, más alla del marcado estilo fotográgico que todavía impregnaba su ópera prima. Rodó «Control» en blanco y negro, porque es una estética que domina y porque los claroscuros le iban muy bien a la personalidad del malogrado líder del grupo Joy Division, en cuanto depresivo icono del afterpunk y el pop siniestro. M.I.