CRíTICA Experimental
Torpe intento de descripción
Mikel CHAMIZO
Tiene que ser difícil dar con un marco artístico experimental en el que la bertsolaritza sea enriquecida y elevada a nuevos niveles sin que su espíritu, arraigado en lo popular, se vea traicionado hasta cierto punto. Ya me ha tocado asistir a varias colaboraciones de bertsolaris con músicos, actores y bailarines, espectáculos en los que el bertso siempre ha mantenido sus estructuras intactas: se cantaban bertsos paralelamente al resto de cosas que ocurrían sobre el escenario, pero no se fusionaban realmente con ninguna de las otras disciplinas. El bertso seguía siendo bertso, reconocible como tal en todo momento. Era obvio que el Festival Ertz no pensaba quedarse en eso cuando propuso esta colaboración tan extraña a Maialen Lujanbio y Alessandro Bosetti, un artista sonoro especializado en trabajar sobre la fenomenología musical del habla. La idea de Ertz era, sin duda, que alcanzasen una fusión profunda y orgánica. Afortunadamente, se salieron con la suya.
Si a los propios artistas, en la entrevista que GARA publicó el martes, les costaba definir cuál era el resultado de su colaboración, cómo será este cometido para alguien que sólo lo ha escuchado una vez. La primera parte giraba en torno a un bertso que trataba sobre la «repetición», y que fue repetido una y otra vez, entonado por ambos artistas simultáneamente y por una tercera voz, puramente musical, pero que también parecía recitar el texto, y que iba tomando tintes más agrios, más cercanos al ruido, con cada nueva repetición.
Siguió después un largo paisaje sonoro electrónico, lleno de imperfecciones, pero sereno,sobre el que Lujanbio improvisó unos profundos y hermosos bertsos sobre las palabras y su significado, racionalidad y sentimiento, para ir evolucionando en un entramado cada vez más poético al que respondió Bosetti con sus bertsos, improvisados en inglés, que eran el perfecto contrapunto soñador y amable a las palabras de Lujanbio. Fue una parte muy intensa, repleta de momentos de gran belleza acústica y de emoción a flor de piel. El espectáculo finalizó con una especie de pelea de gallos sobre un texto que eran las instrucciones para construir un avión de papel. Bosetti lo hizo en italiano y manejando con su voz un sintetizador vocal que distorsionaba sus palabras hasta límites irreconocibles. Lujanbio, sobre fondos sonoros casi en silencio, como si lo absurdo del texto fuese algo a tomar realmente en serio. En fin, torpe intento de descripción de un proyecto indescriptiblemente atrevido, fresco y emocionante.