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Chillida Leku quiere abrirse a grandes artistas como fórmula de supervivencia
Ana BURGUEÑO (EFE) | DONOSTIA
Hace diez años el escultor Eduardo Chillida inauguró en Hernani su «utopía», un museo que guarda obras «clave» de su creación y que quiere abrirse a otros grandes artistas, con exposiciones temporales que serían además una garantía de supervivencia. Es un nuevo sueño, el de la familia del creador vasco, que ha gestionado en esta década el Museo Chillida Leku, convertido ya en una referencia cultural de Euskal Herria, pero que necesita ir «de la mano» de las instituciones públicas para asegurar su futuro.
Esta reflexión la hizo ayer Luis Chillida, uno de los ocho hijos del artista y director del museo, quien afirmó que sacar adelante el proyecto de su padre ha sido «una locura muy bonita, pero una locura», que ha tenido poco de rentable. Que Chillida Leku siga vivo, aseguró, no será posible sin unos cimientos que sólo podrán levantar con ayudas públicas. Los hijos del escultor llevan tiempo hablando con las instituciones, con las que comparten «intenciones» y «objetivos», pero éstas están sometidas a importantes ajustes económicos.
Además, esas exposiciones temporales no cabrían en el caserío Zabalaga, donde se exhibe la obra pequeña del escultor, pues es un espacio «demasiado personal» y no reúne las condiciones para acoger obra plástica. Por lo que un nuevo edificio se alza como un elemento crucial para la continuidad de un museo que ha recibido una media de casi 80.000 visitantes al año -más de 90.000 los primeros años y por debajo de 70.000 los últimos-.
Puertas abiertas
Mientras se va dando forma al sueño, los Chillida seguirán trabajando por «mejorar» este espacio, al que los visitantes otorgan una nota media cercana al 10.
El 26 de setiembre, un día antes de que se cumpla el décimo aniversario de su apertura al público, el museo, que podrá ser visitado gratuitamente, ofrecerá durante todo el día actividades culturales -danza, música, talleres educativos, teatro-, además de una gran tarta de chocolate para acompañar el cumpleaños feliz.
Eduardo Chillida, que murió dos años después, padecía ya la enfermedad de Alzheimer, pero a su manera, destacó su hijo, «disfrutó mucho» de ese día en que vio la luz un lugar que nació como taller y almacén, y que ahora es uno de los museos en que más «estrecha» relación mantienen «continente y contenido».