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ASTEKO ELKARRIZKETA : Mixel berhokoirigoin, la victoria de la tierra

«Todos debemos ser actores para crear un modelo de país y de democracia»

Baserritarra, sindicalista (ELB) y presidente de Euskal Herriko Laborantza Ganbara (EHLG), la cámara agraria que contribuyó a fundar y que actúa como dinamizadora económica y social del medio rural de Ipar Euskal Herria. La imagen de su figura menuda en el banco de los acusados por defender a los agricultores recorrió el país de norte a sur.  Como una llamada de la tierra. Enfrente, acusando, el Estado francés. Y el bajonavarro venció. Y con él,  uno de los movimientos sociales más  importantes de los últimos años. 

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Fermin MUNARRIZ I
 
Con el argumento de la crisis, los estados planean una reestructuración de la agricultura (producción intensiva, explotaciones industriales, liberalización del mercado, transgénicos, etcétera). ¿Existe alternativa?

Sí, hay alternativa; es lo que nosotros llamamos agricultura sostenible, que se sustenta en tres pilares: Desde el punto de vista económico, el modelo de producción intensiva e industrial no puede sobrevivir si el Estado no le inyecta dinero público; es decir, vive artificialmente. Eso no es sano. La agricultura sostenible tiene que tener su eficacia y rentabilidad económica propia. Otro pilar es el social: la agricultura debe ser atractiva, debe ofrecer a los jóvenes baserritarras satisfacción... El modelo de producción intensiva ha convertido a muchos agricultores en una especie de trabajadores de fábrica, sometiéndolos a la productividad y convirtiendo su trabajo en algo mecánico. Y por último, está el factor ecológico y de desarrollo medioambiental. Los agricultores trabajamos con un patrimonio que es de todos: la tierra, el agua, la biodiversidad... Debemos trabajar con la naturaleza pero respetándola porque es de todos.

«Behin saldu, betikotz galdu» (una vez vendido, para siempre perdido) dice el refrán. Muchos baserritarras venden sus tierras, desaparecen caseríos, se despueblan territorios... ¿Hacia dónde vamos?

Hasta hace relativamente poco, en Iparralde las cosas iban mejor que en otros sitios; se han instalado jóvenes a pesar de que algunos caseríos no tengan continuidad, y las tierras seguían quedando en manos de los baserritarras. En los últimos años han aparecido nubes sobre el panorama. Es un movimiento que viene de la costa hacia el interior. Iparralde es, en términos generales, un territorio atractivo, cada vez viene más gente a vivir, a trabajar o en su retiro. La población está ahora creciendo, cuando antes aquí eran más las muertes que los nacimientos. La llegada de gente implica construcción, recursos, espacio... Vemos que algunos agricultores venden sus tierras a compradores de fuera. Los baserritarras se dan cuenta de que la tierra que tienen bajo sus pies puede valer oro y, por tanto, es muy difícil decir siempre no a la tentación. Es un peligro muy grande y debemos prever respuestas.

¿Cuál es la clave para el desarrollo socio-económico de Ipar Euskal Herria?

Como decía antes, Iparralde tiene un atractivo y eso atrae turismo, segundas residencias, retiro de jubilados... y todo eso exige servicios. Y nuestra debilidad es, precisamente, que la economía se basa en los servicios y no en actividades productivas. En el interior, la principal actividad económica es la agricultura; si tomamos Zuberoa, Nafarroa Beherea y una parte de Lapurdi, la mitad de la población está relacionada directa o indirectamente con la producción agrícola o con la industria agraria. Por tanto, si no atendemos este sector, el interior de Iparralde se vaciará o vivirá de manera artificial. Ése es el principal riesgo que tenemos aquí, que no es comparable con la situación de Hegoalde. Aquí la actividad productiva es débil, hay pocas iniciativas. Iparralde es hermoso, es atractivo, pero no debe ser un museo.

¿Tener instituciones propias contribuiría al desarrollo económico?

No hay duda. Y no se trata de una respuesta ideológica o política. Los que trabajamos aquí en cualquier actividad económica vemos que si tuviéramos instituciones propias seríamos más eficaces. Las instituciones propias del lugar siempre son más cercanas que las lejanas, incluso cuando éstas son de un sistema descentralizado. Y cuando digo cercanía me refiero a los kilómetros pero también a la comprensión, a la mentalidad. Esa cercanía da más eficacia y más unión entre la institución y la realidad de su tierra. Eso no quiere decir que se precisen fronteras infranqueables; los instrumentos institucionales son necesarios para gestionar nuestro desarrollo y para poder tener relaciones con otros territorios. Yo no podré tener una relación equilibrada y natural con otro territorio si no soy reconocido.

¿Estrechar las relaciones con Hego Euskal Herria ayudaría a ese desarrollo?

Sí, ayudaría. Aunque las situaciones son diferentes, muchas cosas se comprenden de manera natural. En el mundo sindical siempre hemos mantenido relaciones entre ELB y EHNE. Y desde la EHLG tenemos también contacto con los sindicatos y las diputaciones. Antes teníamos también con el Departamento de Agricultura [del Gobierno de la CAV], ahora intentamos seguir teniéndolas... Igual que impulsamos relaciones institucionales o sociales en este lado, intentamos tenerlas también en el sur con los organismos que nos parecen interesantes. Hay muchas problemáticas comunes que tienen que ver con nuestra personalidad.

¿Cuál es el planteamiento de trabajo de EHLG? ¿En que razón radica la influencia social que ha obtenido en su andadura?

Aquí defendemos un modelo de agricultura unida a la tierra. Entre las razones de ello está la personalidad, los valores, una cultura de la tierra... Y el atractivo del paisaje no viene caído del cielo. La tierra debe cuidarse no sólo frente a la especulación sino también como un instrumento de producción económica y como un elemento embellecedor del entorno. Y eso da un valor también. El entorno de la agricultura es un patrimonio personal y colectivo. Y eso aquí es percibido por la sociedad como un éxito.

Por otro lado, antes de crear EHLG, demandamos durante más de diez años una cámara agrícola oficial para Iparralde. Aquella petición no habría tenido éxito si fuera sólo de los baserritarras; fue un movimiento social amplio. La cámara agraria no es una cuestión sólo de agricultores, es una necesidad social. Tras ello está qué alimentación, qué paisaje y qué territorio queremos. Por ello pusimos en marcha a todos los agentes sociales: los electos, los consumidores, los trabajadores, los sindicalistas... Ante esta demanda, el Estado dijo «no», pero nosotros dijimos «sí, lo haremos nosotros». Y eso fue un desafío, una apuesta que había que mantener desde un movimiento social. Luego el Estado comenzó sus ataques, cortó las fuentes de financiación, llevó el tema al Tribunal Correccional... No cabe duda de que el objetivo del Estado era hacernos desaparecer. Pero eso también ayudó: había que hacerle frente y el desafío se convirtió en una aventura colectiva. Hubo un movimiento de ayuda de toda Euskal Herria. Ha sido un movimiento social muy importante.

Diez años de demanda social no atendida... Sin embargo, en el momento en que ustedes crean EHLG comienza el ataque directo del Estado... ¿Por qué razón?

Nosotros anunciamos públicamente un año antes, en una asamblea extraordinaria de ELB en enero de 2004, que si el Estado no ponía en marcha una cámara propia y oficial que era reclamada por la mayoría de la población, la crearíamos nosotros mismos. Nadie se lo tomó en serio, debieron pensar que era echar órdagos sin reyes... Luego, cuando vieron que estaba en marcha, que teníamos local, que invitábamos a la inauguración... los representantes del Estado, el prefecto y la Cámara de Pau, se dieron cuenta de que lo íbamos a hacer...

¿Pero a qué respondía esa actitud tan intransigente que mostró entonces el Estado?

En mi opinión, hay dos razones. Por una parte, no quieren aceptar nuestro modelo de agricultura. Siempre han dicho que hay un único modelo, el suyo: grandes explotaciones, producciones intensivas... Y nosotros siempre hemos defendido que sí existen otras opciones, pero necesitamos instrumentos y oportunidades para materializarlas. Por otro lado, esa negativa rotunda del Estado a las demandas ciudadanas pone de relieve la falta de instituciones de Iparralde. Una cámara agraria -no la nuestra, porque todavía es una sociedad- es una institución pública. Y para ellos aceptar una cámara como la nuestra era dar un primer paso en la creación de instituciones en Iparralde. Y eso no lo admiten. Por ello les resultaba inadmisible que diéramos pasos en ese sentido.

Y llega el proceso judicial contra la EHLG y contra usted como su presidente. Todo un Estado poderoso y sólido contra un grupo de baserritarras vascos. Ciertamente elocuente...

Sí, pero en mi opinión, el Estado francés no tiene moral, no tiene principios. No admite que se cambie un milímetro del marco que él ha diseñado. En su concepción, Francia debe ser 55 millones de habitantes como fotocopias. Todos debemos ser fotocopias. Y nosotros le dijimos «no somos fotocopias; [sonrisas] nosotros somos nuestros propios originales». Y decidieron actuar contra los agricultores, no pensaron que podía haber otros caminos. El Estado, al menos en Francia, demuestra poca inteligencia; se mantiene muy firme en sus principios, pero no entendió que el paso que nosotros tomábamos en 2005 creando la EHLG tenía unas raíces profundas, muy trabajadas, que venían de tiempo atrás. No entendió que nuestro marco no eran los Pirineos Atlánticos -eso lo han comprendido bien los baserritarras-, nosotros necesitábamos otro marco. Y si en Iparralde hay un fruto maduro, ése es la agricultura. Se pide universidad, departamento, otro marco... pero todavía esos frutos no han madurado. Y si hay uno maduro, ése es el sector agrario. Si no conseguíamos eso no conseguiríamos nada. El Estado no lo vio, entró como los toros, y ha perdido.

Tal vez el Estado temía algo más... ¿El reconocimiento de este territorio, quizás?

Sí, en mi opinión no hay duda...

¿El departamento vasco?

Sí, sí... el departamento o, incluso, otro marco. El fiscal llegó a decir que era el primer paso para la independencia...

¿Y qué opina usted de eso?

[Risas] Yo digo «urak behar du bere bidea egin» (el agua debe hacer su camino). En mi opinión, es un primer paso para tomar en las manos nuestros asuntos. Yo no sé cuál será la fórmula definitiva para hacernos cargo de nuestras cuestiones. En la EHLG y en los grupos de apoyo hay gente que opina que esto ha sido un primer paso para el departamento, otros creen que ayuda en el camino de la independencia -hoy no sé qué es exactamente la independencia a nivel europeo-, otros lo consideran un avance en el modelo de agricultura que propugnamos, otros que es un golpe al Estado... Por tanto, vemos en este movimiento que toda la gente no ha venido por las mismas razones, todos no han seguido el mismo camino ni todos tienen el mismo objetivo... Y si se quiere ganar algo, hay que aceptar que cada uno venga con sus razones; no debemos esperar que todas las personas respalden un proyecto por los mismos motivos. Si se admite sólo una razón para venir a ayudar, no conseguiremos grandes cosas. Por encima de esas opciones, debemos trabajar juntos. El agua hace su camino.

Luego, los que queremos más debemos trabajar, explicarlo, alcanzar mayorías y, si se puede, abrir nuevas etapas. Pero si se dice «hoy hago esto pensando en aquello otro», todos los que no quieren aquello no harán hoy esto.

El fiscal también les dijo en el juicio que ustedes «se escudan en una lengua extranjera» en referencia al empleo del euskara en la denominación...

[Risas...] Para ellos, en la Constitución sólo hay un idioma, el francés, y los otros son extranjeros. Sólo demuestra que no ven las cosas bien y, como decía antes, que la inteligencia es escasa. ¿Conocen el euskara? ¿Hasta ahora no tenían conocimiento de él y ahora sí? ¿Lo reconocen para hacernos desaparecer?

Llega el 26 de marzo de 2009 y la presidenta del Tribunal de Baiona dicta sentencia absolutoria [luego recurrida por el fiscal] y le dice: «Señor Berhokoirigoin, es usted libre». ¿Qué supuso aquello para usted?

En el primer momento, me vino todo encima. No nos atrevíamos a pensar que aquello sería posible, teníamos miedo de pensarlo siquiera porque era como conseguir algo inalcanzable. Luego, enseguida se piensa que hemos ganado -no yo o la Laborantza Ganbara únicamente, sino el movimiento social que hay detrás de ello-. Ha ganado frente al Estado. E inmediatamente piensas que eso da fuerza. Y también que hay muchas luchas que no consiguen ganar. Pero vencer da fuerza para otras luchas. Ves que se abre un camino.

Algunos análisis sugieren que la victoria de EHLG en los tribunales ha debilitado la autoridad del prefecto [representante del Estado, con mayor competencia que los delegados del Gobierno en Hego Euskal Herria]. ¿Tal vez el proceso ha roto algún tabú?

Sí. Ha caído un tabú: se ha demostrado que también es posible vencer a un Estado como el francés. Cuando creamos la EHLG y estuvo la Policía en esta sede registrando todo, hablé con algunas personas del mundo abertzale y me decían: «el Estado nunca aceptará lo que estáis haciendo y hará lo que sea para que no existáis; habéis metido la mano en algo que no acepta, nunca lo aceptará».

Ganar ha supuesto romper ese tabú, pero también debemos tener en cuenta que si mañana ocurre algo similar en otro sector, por ejemplo en el del territorio, con un movimiento que se fortalece, el Estado tendrá la misma postura. Se ha roto un tabú, pero no es para siempre. El Estado nunca saca lecciones ni aprendizajes de sus propios errores. Ha perdido la partida, pero en la siguiente jugará igual, pensando que ganará.

¿Qué ha supuesto la victoria en la mentalidad del baserritarra?

El mundo de los baserritarras no es uno y único. Para los que nos han seguido paso a paso en todas las etapas y luchas, vencer ha supuesto sentirse tan felices como nosotros. Han sentido que ellos también han sido reconocidos y no siempre explotados o marginados. Vencer ha supuesto ganar confianza, personalidad, seguridad y satisfacción.

Hay otros agricultores que están en contra de nosotros o que están a mitad de camino, que tal vez comprenden nuestra opción pero dudaban. No pensaban que ganaríamos. Nosotros sabemos que hemos ganado porque teníamos la razón, pero algunas personas piensan que tenemos la razón porque hemos ganado. Para nosotros no está mal, el camino está abierto, nuestra situación aún no se ha normalizado.

La mayoría de los baserritarras son pragmáticos, no actúan por una ideología u otra; si ven que el trabajo que hacemos es bueno y positivo para ellos, reconocen que teníamos razón, que era correcto, pero eso hay que demostrarlo.

¿Más allá del sector agrícola, el caso de EHLG puede tener influencia en otros ámbitos como la demanda de departamento, la oficialidad del euskara, la universidad, las ikastolas...?

En mi opinión, tendrá influencia y eso es, precisamente, lo que el Estado no quiere. Nuestra experiencia da fuerza y ánimo, por ejemplo, a la gente que trabaja en movimientos como Batera, en favor de una territorialidad. ¿Los procesos serán iguales? No creo. Puede haber elementos parecidos, iguales, nuevos... En general, si cambia el contexto político de Euskal Herria -en Hegoalde y en Iparralde-, como se dice que estamos en puertas de una nueva situación, yo veo que las cosas no están escritas y que lo que nosotros hacemos ayuda a otros a dar su respuesta. Es como la fruta: si coges un kiwi verde y quieres que madure antes, ponlo junto a una manzana y ésta, al madurar, acelera el proceso del kiwi. Tal vez EHLG es la manzana y la demanda de una colectividad territorial, el kiwi.

¿Toca la tierra con sus manos todos los días?

Sí. Para mí es muy importante ser agricultor. Paso mucho tiempo aquí [en la sede de EHLG en Ainhize-Monjolose], pero nunca he imaginado dedicarme en exclusiva a estas tareas. Siempre he pensado que debo tener un pie pegado al campo; eso es lo que da sentido al otro tipo de trabajo que hago. La tierra es la coherencia.

¿Cómo es su jornada laboral?

Todos los días no son iguales pero, en general, paso más o menos media jornada en la EHLG y la otra mitad en el caserío. O sea, 35 horas en la Ganbara y 35 horas en el caserío... [risas]

¿Tiene hijos?

Sí, dos.

¿Cómo le gustaría que fuera la Euskal Herria del futuro para ellos?

Hummm... No es fácil. Querría una Euskal Herria que tenga los derechos y los instrumentos para materializar su futuro, su progreso, ser lo que desee. Una Euskal Herria euskaldun, con sus capacidades, con sus instituciones, abierta a otros territorios... Una Euskal Herria con sus instrumentos, sus derechos individuales y colectivos, tolerante, diversa...

Quizás ese camino que ahora se abre yo lo imaginaba hace tiempo. Las cosas no son simples, pero tal vez ese camino no será sin salida. Yo creo que Euskal Herria tiene muchas posibilidades, quizá todas no, pero tenemos una historia, una dinámica, tenemos muchas experiencias. Somos un pueblo pequeño, pero nuestra pequeñez nos da también la posibilidad de materializar esas cosas.

En mi opinión, no es contradictorio pelear por ciertas cosas y, a la vez, ser tolerantes y abiertos. Yo he intentado asumir eso personalmente.

Tal vez mis hijos vivan en una Euskal Herria así, pero para ello cada uno debe hacer lo suyo; todos debemos ser actores para crear ese modelo de país y de democracia.

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