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Comicios en Afganistán: entre la indiferencia, la amenaza talibán, los fraudes y la resignación

Los afganos eligieron ayer a sus representantes en el Parlamento gracias a un curioso sistema de 2500 símbolos; una sencilla y eficaz manera de que el electorado, mayoritariamente analfabeto, pudiera identificar a sus representantes. No obstante, se echaron en falta muchas otras medidas.

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Karlos ZURUTUZA I

Si hay fraude o no será la voluntad de Alá». Este hombre de barba cana sentado en cuclillas acaba de ganarse el respeto del grupo congregado a la salida del colegio electoral Koshal Khan. «Yo no tengo miedo a los talibán, sólo temo a Alá», dice el anciano, apuntando al cielo con su dedo índice manchado de tinta.

«Éste seguro que ha votado al viejo barbudo de Sajaf», ríe Ismatullah, un veinteañero pastún (aquí la mayoría lo son). El joven se refiere a un veterano jihadista que cambió su fusil por los «tres cartabones» que le asignó la Comisión Electoral. Esa es su «carta de presentación» ante un electorado que, de acuerdo con las estimaciones más optimistas, es analfabeto casi al 80%.

Mahmud, sin embargo, no ha necesitado buscar el sombrero con el que se identifica su candidato. Este universitario ha votado por el doctor Peikan, su profesor en la facultad de ingeniería. Según dice, ha prometido «defender los derechos de los estudiantes».

El terremoto que sacudió los cimientos de Kabul ayer a la noche (6,3 en la escala Richter) y la bomba junto a la embajada americana, pocas horas más tarde, acaparan la conversación. La jornada se ha saldado, según fuentes oficiales, con 19 muertos: once civiles, cinco guerrilleros y tres policías.

Los talibán han reivindicado 150 ataques, incluso con fuego de mortero, a colegios electorales por todo el país.

Cuando le llegue el turno, Muhamed buscará la intimidad de unas precarias cabinas de cartón y pondrá una «X» junto a las dos bicicletas de su favorito. «Me gusta porque es muy joven (28 años) y deportista». Por si fuera poco, Mahmud no duda de las buenas intenciones de su candidato: «Estoy seguro de que no robará porque es ministro de transporte y tiene ya mucho dinero«, añade confiado este pastún de 41 años.

Anillos, parias y telescopios

«No me molesté en sacarme mi tarjeta electoral pero, si la tuviera, lo haría por Rubina Muqimyar; ¡está muy buena!». Jalil se refiere a la única representante afgana en las olimpiadas de Pekín, la que corrió los 100 metros en 14 segundos y con hijab. En el fotogénico retrato de la candidata en la guantera de este taxista tayiko, damos también con su previsible «avatar» electoral: los cinco anillos olímpicos.

Ya en el barrio hazara de Pulisohta, la mezquita chií de Dast-e barji hace hoy las veces de colegio electoral. Al igual que en el distrito pastún, el ambiente en aquí es relajado. En el interior del templo, un gran número de jóvenes locales charlan despreocupadamente, y muchos ni siquiera tienen intención de votar.

«En Kabul hay seguridad pero fuera de aquí es otra cosa. Mi hermano me acaba de llamar desde Wardak: los talibanes han atacado un colegio electoral y el ejército afgano ha tenido que intervenir con helicópteros», asegura Mahli, quien no se ha molestado en ensuciar su dedo índice.

Sadaf, en cambio, acaba de depositar su voto en la parte trasera de la mezquita, donde votan las mujeres. El hecho de que hubiera más de 400 candidatas concurriendo no le ha hecho cambiar de opinión. «He votado por Bazardosht porque ha dedicado su vida a la defensa de nuestro pueblo», dice esta joven de 19 años. Tanto los rasgos mongoloides como la confesión chiíta de los hazaras los ha estigmatizado convirtiéndolos en «parias» entre los afganos.

Quizás por su cercanía al Serena, el único hotel de cinco estrellas de Kabul, el instituto femenino Zargoona ha acaparado hoy una importante atención mediática a manos de equipos de televisión occidentales. No obstante, ni franceses ni holandeses han podido competir con un vídeo que circulaba por los teléfonos móviles a mediodía: unos jóvenes llenando urnas con papeletas del candidato del telescopio, en algún momento entre el terremoto y la bomba. Al final, el gato al agua se lo llevó el que vendió el vídeo a un canal de televisión afgana.

«El día ha transcurrido con bastante normalidad, mucho mejor que las elecciones del año pasado», aseguraba Sharifullah, supervisor de la IEC (Comité Electoral Independiente) a sus 19 años. Como momento destacable del día en su colegio, el joven señalaba el de las doce mujeres detenidas tras intentar votar con tarjetas de votante falsas. Sin duda, una mera anécdota al lado del detenido en Paktika con 1.500 tarjetas falsas, o de esa también supervisora de la IEC a la que se le ha incautado un alijo de 1.600 acreditaciones falsificadas. Presumiblemente, habrían de usarse en favor de su madre, candidata por Helmand a la Cámara baja.

Ni siquiera el sueldo de supervisora de 20 dólares de la joven Zahida servía para disimular su decepción al final de la jornada electoral: «Dicen que no ha sido tan malo como la vez pasada pero yo ya no me creo nada», aseguraba la joven de 18 años al cierre del céntrico colegio de Zargoona. Otros 1.561 ni siquiera habían abierto.

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