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CRíTICA zinemaldia

«Satte farben vor schwarz», En la salud y en la enfermedad

 Mikel INSAUSTI I

El cine de autor también tiene sus tópicos, los cuales se hacen más visibles en las obras de los debutantes. A los estrenos comerciales se les achaca que el desenlace se ve venir desde el inicio, pues bien, el final de esta ópera prima de la realizadora alemana Sophie Heldman se intuye, en cuanto se sabe que al protagonista le diagnostican una enfermedad terminal, que ni él ni su esposa están dispuestos a aceptar con resignación tras cincuenta años de matrimonio.

Otro lugar común cada vez más extendido dentro del cine minoritario es su interés por la vejez, siempre con el pretexto de que Hollywood sólo hace películas para jóvenes. Lo que cuenta “Satte farben vor schwarz” no es nada nuevo y se resume en la conclusión de que si a ningún mortal le gusta envejecer a los burgueses menos, porque ellos tienen más que perder.

Bruno Ganz encarna el desencanto de un hombre que se siente acabado en un papel demasiado fácil para él, por lo que no figurará en su filmografía selecta. A su compañera de reparto, la también ilustre Senta Berger, se le permite al menos liberar la rabia en algún momento puntual. Ambos, no obstante, transmiten idéntica frialdad a la hora de llevar a cabo su plan de «no futuro» con la máxima determinación. Protagonizan la más desapasionada de las pasiones amorosas.
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