«Valonia tiene que comenzar a jugar la carta de un nacionalismo valón», ha declarado esta semana el burgomaestre (alcalde) de Charleroi, Jean-Jacques Viseur, miembro del partido centrista francófono CDH.

«Flandes rema hacia a una forma de independencia que conseguirá tarde o temprano. Nuestro compromiso con una Bélgica que se parece cada vez más a una cáscara no sirve de nada», señaló.

Coincidiendo con estas declaracionesl el burgomaestre de Namur. Jacques Etienne, también del CDH, ha asegurado que una escisión de Bélgica «no sería el fin del mundo» y ha advertido que, «aunque no seamos favorables a ella, hay que estar preparado».

Estas declaraciones tienen lugar en el contexto de las Fiesta de Valonia, que conmemoran todos los años las jornadas revolucionarias de setiembre de 1830 que desembocaron en la creación de Bélgica. También dirigentes del Partido Socialista, mayoritario en Valonia, han dejado de considerar tabú una posibles secesión. El discurso independentista, mayoritario entre los flamencos, comienza a oirse entre los valones, tradicionalmente defensores de la unidad del Estado belga. En una encuesta de la cadena privada RTL, más de un valón sobre tres asegura que es hora de preparar la escisión y desde hace días la prensa francófona se interroga sobre un plan B, un nuevo «Estado Valonia-Bruselas».

Crisis política

La última crisis política en Bñelgica dura tres años y las últimas elecciones de junio, con la victoria de los independentistas flamencos del N-VA, no ha hecho sino agrandar la fosa. Cien días después de los comicios, independentistas flamencos y socialistas francófonos deben decir hoy mismo si merece la pena seguir negociando.

Tacticismo

Tras la caída del caballo de los valones se esconden también cuestiones tácticas. Las declaraciones buscan asustar a los flamencos y forzarles a rebajar el tono de sus exigencias.

«Lo quedeberían tener en cuenta es que es posible que seamos nosotros los que nos vayamos», advierte Olivier Maingain, presidente del valón FDF. «A ver si no van a venir a suplicarnos cuando vean que no tenemos miedo a la separación y que ésta resulta menos ventajosa de lo que pensaban», coincide el ministro socialista de Energía, Paul Magnette.

«Admitir la posibilidad de un divorcio puede salvar un matrimonio», sentencia Etienne.