CRíTICA zinemaldia
«Smukke mennesker», El árbol redentor
Koldo LANDALUZE I
Primer pálpito de inquietud, la película está producida por Zentropa; la productora del enloquecido y extremo Lars Von Trier. Segundo pálpito, el arranque es demoledor, un furibundo crescendo dramático en el que se perfilan las vidas y el estado anímicode los cuatro personajes centrales. Afortunadamente, todo queda en un mero susto que se apacigua en la recta final del metraje.
En su debut en el largometraje, el danés Mikkel Munch-Fals se ha decantado por una inquietante radiografía humana a través de la cual asistimos al caótico peregrinaje vital de cuatro personajes marcados por el desencanto y los traumas físicos y sicológicos. Un botón de muestra, el capítulo dedicado a las protagonistas; una mujer que, tras serle otorgada la jubilación en su empresa durante una desangelada reunión, regresa a su hogar y comparte programa de televisión junto a su marido. Este le dice si quiere un poco de chocolate. Fundido en negro. La mujer despierta, se levanta del sillón acude a la cocina y descubre que su marido ha fallecido. Jubilada y viuda el mismo día. El segundo pálpito parecía cobrar forma.
El resto del metraje –dividido en un prólogo, cuatro capítulos y un epílogo– son una autentica montaña rusa de desastres anímicos. Los cuatro personajes son llevados hasta el último extremo de sus problemas a través de una narración que no decae en su empeño por dinamitar el periplo vital del cuarteto. Descenso a los infiernos del sexo, soledades aliviadas mediante teléfonos anónimos y visitas al siquiatra animan esta propuesta que, en su recta final, alcanza su gran eclosión y no precisamente dramática. En un vertiginoso y muy agradecido giro de intenciones, el cineasta reúne a su troupe de solitarios y los hace cenar juntos y danzar y cantar alrededor de un redentor árbol de Navidad. Un auténtico delirio si se tiene en cuenta que, durante la historia, los cuatro personajes se han encontrado en más de una ocasión y no precisamente en situaciones fáciles.
