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IÑAKI LEKUONA | PERIODISTA

Algo huele a podrido

 

Yno es en Dinamarca. O también. Porque la política apesta, aquí, allá y en NuevaYork, donde el multimillonario de extrema derecha Carl Paladino acaba de lanzar una campaña electoral tan fétida como el ideario ultraconservador al que representa. El candidato republicano a gobernador del Estado neoyorquino ha buzoneado toda la ciudad con folletos que, al grito de «algo huele a podrido en Albany», desprenden una vez abiertos un fuerte hedor; el que rezuma de la corrupción que afecta a varios miembros de la administración local demócrata. Un tipo con olfato demagógico, este nuevo paladín del neoliberalismo.

De demagogia tampoco andan escasos a este lado del Atlántico, donde bien pudiera dar lecciones un inconcluso ingeniero metido a político de carrera. Ha afirmado este señor, en tono serio y aleccionador, que es una paradoja que la izquierda abertzale reclame la defensa de los derechos fundamentales cuando ese mundo rechaza «el sistema político» y las «instituciones democráticas» españolas. Concluye este señor que «no puede haber derechos humanos sin democracia» cuando debió decir que no puede haber democracia sin derechos humanos.

Años llevan las diferentes organizaciones internacionales de defensa de Derechos Humanos, e incluso relatores de la ONU nada sospechosos de connivencias, advirtiendo de que algo huele a podrido en las cloacas españolas. Años lleva la democracia española negando la mayor, ocultando la evidencia y vulnerando derechos a golpe de ley, a golpe de excepción, a golpe de arbitrariedades, a golpes. Es la paradoja española: democracia de derechos mermados, sin memoria y con mucha autocomplacencia. Apesta. Y no es Nueva York. Tampoco es democracia.

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