Los ocupantes sufren en Afganistán como en sus peores años en Irak
Con los nueve soldados muertos ayer al estrellarse un helicóptero, la cifra de bajas mortales ocupantes supera ya a la del año pasado cuando faltan más de tres meses para que acabe el año. Las fuerzas extranjeras pierden una media de dos soldados al día, una sangría equiparable a la que sufrieron las tropas invasoras en Irak en el período más crítico de la ocupación, en 2007. Y al Pentágono le quedan pocos conejos en la chistera, a excepción del de la negociación.GARA |
Las bajas mortales de las fuerzas militares extranjeras en Afganistán alcanzaron ayer un nuevo récord con la muerte de nueve soldados tras caer un helicóptero -derribado según los talibán, accidentado según la OTAN-. A falta de más de tres meses para que termine el año, 2010 es ya el año más mortífero para EEUU y sus aliados en casi nueve años de guerra.
Con 529 muertos desde el 1 de enero de este año, el balance de bajas supera los 521 de 2009, que entonces ya fue el año más sangriento. La progresión desde 2004, año en el que la resistencia talibán pasó a la ofensiva, ha sido geométrica.
Actualmente mueren de media dos soldados extranjeros al día en Afganistán. El ritmo de pérdidas en el país centroasiático es actualmente comparable a los peores años de la guerra en Irak para los invasores, entre abril y junio de 2007.
Con George W. Bush en la Casa Blanca, EEUU reaccionó entonces con el envío de refuerzos y puso en marcha una nueva estrategia contra la insurrección, concebida por el general Petraeus, que consistió en comprar la lealtad de líderes tribales suníes hasta entonces alineados con la resistencia y en ponerlos en el disparadero de una guerra interior contra la insurrección más islamista e irredenta, que Washington vincula con Al-Qaeda.
Los EEUU de Obama ya han reforzado desde principios de año su contingente en Afganistán y Petraeus ha sido aupado al mando en la región. En las últimas semanas se ha filtrado un plan para crear milicias rurales que se enfrenten a los talibán en sus crecientes feudos, pero todo apunta a que se prepara, o ya está en marcha, un proceso de negociación con los talibán.
Una docena de helicópteros
Un portavoz habitual de los talibán, Yousuf Ahmadi, reivindicó el derribo del helicóptero en el distrito de Daychopan, en la provincia de Zabul, que forma parte de la región del sur de Afganistán, en manos de la guerrilla talibán.
Un portavoz de la OTAN evocó la posibilidad de un accidente y aseguró no tener «noticias sobre fuego enemigo en la zona», aunque anunció la apertura de una investigación. Con este último, la agencia AFP contabiliza hasta doce helicópteros «accidentados» en Afganistán en los últimos años.
El mismo portavoz aprovechó la comparecencia para anunciar la muerte de catorce «insurgentes» en un bombardeo en la provincia vecina de Helmand en un operativo lanzado tras una emboscada guerrillera.
Con 2.097 bajas militares en nueve años, la gran mayoría estadounidenses, las opiniones públicas en la cuarentena de países implicados en la ocupación de Afganistán son cada vez más hostiles a la guerra. Y la estampida ya ha comenzado. Los pioneros fueron los soldados holandeses, que se retiraron el 1 de agosto. Los canadienses ya han anunciado que se van el año próximo y los británicos comienzan a desentenderse y han puesto 2014 como fecha tope.
El mullah Muttawakil, el último ministro de Exteriores de los talibán, cree que no habrá paz hasta que las tropas extranjeras se vayan de Afganistán y que las elecciones del pasado fin de semana no resolverán el conflicto que sufre el país.
«Teníamos un Gobierno y los extranjeros lo atacaron con una guerra desequilibrada. Rechazaron a los talibán y les quitaron sus derechos políticos. Son los extranjeros quienes han traído la actual guerra», asegura.
Antiguo secretario del mullah Omar, Wakil Ahmad Muttawakil decidió quedarse en el país durante la invasión de las tropas de EEUU, en el año 2001, y tras tres años preso, vive hoy en Kabul. Su nombre acaba de ser retirado de la lista de «terroristas» del Consejo de Seguridad de la ONU.
Los analistas especulan con que podría cumplir el papel de mediador talibán en la capital afgana en un proceso negociador que muchos ya dan por iniciado. «El problema entre el Gobierno y los talibán es de confianza. Los talibán dicen que este proceso de paz no es de reconciliación sino de integración. Con él, intentan atraparnos para separarnos», se queja.
Para Muttawakil, «una forma de lograr confianza es cerrar cárceles, liberar a los presos y eliminar las listas negras (de «terroristas» en organismos internacionales). Ése será un fuerte mensaje (desde Occidente) de que se quiere dialogar con los talibán».
Tras recordar que los dos bandos, el Gobierno y los talibán, cuentan con apoyo del exterior, insiste en que los objetivos de estos últimos son expulsar a las tropas extranjeras e instaurar un Gobierno islamista en Afganistán. Diego A. AGÚNDEZ