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Pedro Albite Profesor de Universidad

Ulises y el canto de las sirenas

Tras muchos años, el pasado sábado 5 a la tarde, en el vídeo dado a conocer con la declaración de ETA, oímos de nuevo las envolventes notas de piano de «The Köln Concert» volando desde los dedos de Keith Jarrett. Nos asaltaron muchos recuerdos y sentimientos.

En aquellos comienzos de los 80, cuando esa melodía nos atrapó, los que entrábamos en el inicio de la juventud corríamos a caballo entre el rechazo a la metamorfosis que había tomado la dictadura nacional-española y la reivindicación de la democracia, la independencia y el socialismo para nuestros pueblos. En ese camino, como en toda generación, nos acompañó el descubrimiento de las otras literaturas, cines o músicas que la vetusta y asfixiante escuela, radio y televisión tardo franquista nos negaba. Fueron resortes que se sedimentaron en los pliegues de nuestra identidad. Y, por tanto, aún hoy nos protegen de la fragilidad de la memoria.

Creo que fue Piazzola el que dijo que la música de Keith Jarrett ondulaba «entre los cantos de las sirenas y el crepitar de las llamas». En efecto, con sus improvisaciones lograba simbiotizar en el aire la atmósfera barroca de Bach con la vanguardia caótica de Chick Corea. Los profundos y volátiles acordes de «The Köln Concert» nos acompañaron a muchas de nosotras y nosotros en el descubrimiento de los textos de Marx, Fanon, Che Guevara, Sendic, Simone de Beauvoire o Argala. En el descubrimiento de la amistad profunda e inesperada. En las primeras lecturas del deseo y del placer inscrita en la piel de otros cuerpos.

Para ese entonces, ya sabíamos que la transición democrática española era un regalo posfranquista que sólo satisfacía a la mayoría de los españoles. Que para las naciones y pueblos como el vasco, català o galego era simplemente la perpetuación de nuestro sometimiento. Seguíamos sin tener nuestra propia democracia.

Por ello, el pasado sábado 5 a la tarde, cuando a las notas con las que comienza la primera parte de esa bella melodía le siguió la voz de una militante de la organización armada ETA, acompañada de otros dos miembros, volvimos a constatar algo que aprendimos desde aquella época. Como lo aprendieron las generaciones anteriores y lo están aprendiendo las nuevas, los escenarios socio-políticos de nuestros pequeños y castigados pueblos no están habitados por muchas determinaciones causales. Tampoco por demasiadas azarosas casualidades.

En ese vídeo, las sobrecogedoras notas musicales se transformaban en frases como «colaboración firme con el conjunto de la sociedad vasca para abrir un nuevo escenario político que garantice una verdadera democracia en EH»; «acordar unos mínimos democráticos para llegar a la paz con España»; «declarar la no realización de acciones armadas ofensivas».

Por ello, no fue una sorpresa oír retumbar la única respuesta que el Estado español lleva en sus fibras de 500 años de colonización e imposición. La monocorde marcha de guerra en forma de protocolo de amenazas, previamente preparada para la ocasión, y cuyo único fin era el de acallar lo que esos sonidos, palabras e imágenes significaban.

Con su monótona y triste cacofonía de guerra, la banda de los herederos del Duque de Alba pretendían representar cuidadosamente dos cosas. Una ya conocida. Todos llevamos el mismo uniforme y todos la tocamos en la misma banda. Pero la segunda, más «novedosa», mostraba quién y cuándo.

Así que... música y paso al frente... ar! Del revelador «nunca conseguirán sus objetivos» al clarificador «no estamos en tregua» de Ares el mismo 5. De «el tiempo de las treguas ha pasado» (como si ellos alguna vez lo hubieran estado) al «no vamos a cambiar ni un ápice nuestra política antiterrorista» (ni ninguna otra) de Rubalcaba, el compositor, en el desayuno del día 6. Finalmente, las del propio director, el Sr. Zapatero el 7: «sólo cabe la desaparición definitiva». Hasta ahí todo lo previsto.

Pero el eco de la grabación que vimos y escuchamos en Euskal Herria y en el mundo hizo que experimentaran un profundo vértigo. No sólo porque la audiencia en la mayoría de la sociedad vasca era ya irrefrenable. Su resonancia provocó que el día 6 se merendaran con las declaraciones de la portavoz de la Comisión Europea. Ahrenkilde afirmaba que era «una razón para la esperanza». Sin previo acuerdo, el Gobierno de la Unión Europea se adelantaba así en semejante cuestión a la declaración del propio jefe del Ejecutivo de uno de los estados que la sustentan! Volvieron a reconocer el mismo miedo experimentado en ocasiones anteriores.

Por ello, repletos del odio que los constituyó y que los mantiene como Estado, pusieron a trabajar urgentemente a sus grises goebbels en la fábrica semiótica, a sus haushofers en la manufactura diplomática y a sus oscuros himmlers en la maquinaria de terror. Decidieron tres cosas: introducir figuras retóricas, mover sus tentáculos y acelerar los golpes.

El día 7 por la mañana, en el Congreso español, Fdez. de la Vega, utilizando la referencia al poema homérico sobre la Odisea de Ulises, dice a ETA que «sus cantos de sirena no serán escuchados».

Ulises en su vuelta a Itaca, tras cruentas batallas y con la ayuda, entre otras, de Hermes, consigue oír y sortear el melódico e irresistible canto de las sirenas que atraía a los barcos a estrellarse contra los acantilados de su isla. Lo logró tapando con cera los oídos de sus soldados-marineros y atándose él al mástil de la nave. «Hermes» es el nombre de la revista de la fundación del PNV. Y en la mitología griega, las sirenas son tres. Se representan no como se conocieron posteriormente en forma de medio-peces, sino como aves con las alas desplegadas y cabeza ladeada de mujer.

El día 8 a primera hora, Rubalcaba, utilizando la canción de Carlos Puebla a la revolución cubana, dice a Batasuna que «os lo he oído muchas veces y muchas veces ha llegado el comandante y ha mandado a parar y, por tanto, ya no os creemos». Y como a Fidel el tribunal que lo juzgó: «no vamos a permitir que la historia se repita».

En secreto, como Circe en el banquete a los marineros de Ulises, desliza sus pócimas de veneno en las copas de las cancillerías que creen reman en su misma nave. Y, por si a alguien tuviera la menor duda, materializan sus amenazas intensificando los dispositivos de guerra. Prohibiciones, detenciones, torturas y encarcelamientos sumarísimos. Ya está. Sólo ellos y su estado son el verdadero Ulises. Sólo ellos y su estado son el auténtico comandante.

Pobres diablos. Creían que con todo ello iban a acallar el canto de las sirenas. Que iban a impedir zarpar el Gramma. Que iban a taponar los oídos de marineros y habitantes de las otras islas. Que las gotas se iban a evaporar. No tuvieron respiro.

El nuevo comunicado de la organización ETA el pasado sábado, dirigido en especial a la comunidad internacional, es más que eso. Ahora han tenido que oír de otros lo que desde las calles de Euskal Herria y desde las entrañas de sus cárceles se declama. La cera comienza a derretirse. Los remos se paran. Comienzan a ver la cercanía de los acantilados. El batir de las olas contra «la roca y la palabra». Estupor y silencio.

Demasiado tarde para reaccionar. Demasiado tarde para arrebatarnos ya la ilusión en el camino abierto. Para encerrar la mirada cercana y estratégica que nos ha dado la unidad y ampliación de fuerzas abiertas con el potente bloque nacional popular que ha comenzado a articularse. Verdadero poder que será capaz de parar toda esa represión. De obligarles a dar el paso que les corresponde.

Seremos capaces de arrancar esos mínimos democráticos que garanticen un auténtico proceso donde la palabra la tengamos el conjunto del pueblo vasco. Nunca lograrán llegar a Ítaca. Nunca pasearán su victoria por las calles de La Habana. No al menos a costa de nuestra propia democracia y libertad.

Hemos recuperado de la estantería el viejo CD. De nuevo oímos la sobrecogedora melodía de «The Köln Concert». Se entreveran con los rostros de indignación en la Gran Vía. Con las voces de firmeza de este pasado sábado en las capitales de EH. Con las miradas amables y extenuadas de Erika, de Aniaiz, de Eneko... Las gotas forman el llanto, pero también el mar, el rocío que anuncia la luz del día. Por eso, ahora tenemos aún más motivos para escuchar las veces que hagan falta esas bellas notas.

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