Alvaro Reizabal Abogado
La huelga de los mangas verdes
Hay un argumento que afecta a la credibilidad de unos sindicatos que se pasan la vida dándose el pico con la patronal y el Gobierno y ahora pretenden lavarse la cara con esta anécdota
La expresión «¡A buenas horas, mangas verdes!» suele utilizarse en castellano para referirse a todo aquello que llega tarde, y en general a todo lo que llega a destiempo, que ya no sirve, porque llega fuera de su oportunidad. Parece que el motivo de su significado se encuentra en la fama de impuntualidad en el desempeño de sus tareas de la que se hizo acreedor el cuerpo de cuadrilleros de la Santa Hermandad y en la vistosidad de su uniforme, del que formaban parte unas llamativas mangas verdes, que fueron la causa del apelativo popular de sus miembros: los mangas verdes. Esta especie de policía rural creada en la Edad Media y regularizada por los Reyes Católicos tenía como misión juzgar y castigar los delitos cometidos fuera de las ciudades por los salteadores de caminos. Fue tal su fama de llegar tarde a la captura de los bandoleros que dio lugar al dicho y a la disolución del cuerpo, se supone que por ineficaz, creándose al poco tiempo la Guardia Civil que asumió gran parte de las funciones de los cuadrilleros.
Viene esta digresión a cuento a la llamada a la huelga general que los sindicatos de obediencia estatal han efectuado en Euskal Herria para el próximo 29 de setiembre. Y es que si se convoca como protesta por el recorte de derechos que la Reforma Laboral ha supuesto, y si se tiene en cuenta que el Real Decreto que la aprobaba entró en vigor el 18 de junio, no parece de recibo irse tranquilamente de vacaciones y a la vuelta empezar a calentar motores para parar a finales de mes. Todo apunta a que era mucho mas lógico y constituía una respuesta mucho mas contundente la convocatoria que los sindicatos abertzales llevaron a cabo para el 29 de junio. Si los motivos son de entidad suficiente como para recurrir a una protesta tan trascendental como una huelga general -y lo son-, no tiene ninguna lógica esperar más de dos meses para llevarla a cabo, porque, indudablemente, la convocatoria y su vigencia se devalúan y así parece deducirse del tibio ambiente que se respira, desánimo que los medios de comunicación están explotando a tope, transmitiendo a la población que no va a parar ni el Tato. A lo anterior hay que añadir algunas decisiones discutibles, cuando menos, en el marketing de la convocatoria, tales como los «graciosos» anuncios del televisivo hortera friki Chikilicuatre. Por su parte, los líderes convocantes nos están sorprendiendo con afirmaciones tan curiosas como que la huelga es una enorme putada o convocando una original huelga de abuelos, a los que Manuel Pastrana ha llamado a no cuidar de sus nietos el 29-S, adulándoles diciendo que esta tarea es pieza fundamental del bienestar del país. Pero con ser importante todo lo anterior, hay un argumento, más de fondo, que afecta a la credibilidad de unos sindicatos que se pasan la vida dándose el pico con la patronal y el Gobierno y ahora pretenden lavarse la cara con esta anécdota. Tarde mal y nunca. ¡A buenas horas, mangas verdes!