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ZINEMALDIA

«La película es una historia de amor en tiempos de guerra»

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Pablo Trapero y Martina Gusman

Director y actriz del filme «Carancho»

El realizador argentino Pablo Trapero presenta su sexto largometraje, «Carancho», una historia de amor que le sirve para sacar a la luz una realidad no muy conocida en su país, la de los abogados que intentan lucrarse a costa de las empresas seguradoras y de las víctimas de accidentes de tráfico. Tras su paso por el festival, el largometraje se estrena hoy en las salas comerciales.

Xole ARAMENDI | DONOSTIA

La voz rasgada de Pablo Trapero (San Justo, Buenos Aires, 1971) denota un cansancio que no intenta ocultar. «Llevo todo el día hablando y me estoy quedando sin voz» nos explica, refiriéndose a las innumerables entrevistas que ya ha concedido. A su lado, Martina Gusman (Buenos Aires, 1978), su pareja y actriz protagonista del filme, le sonríe y anima a afrontar un nuevo encuentro con los periodistas.

Trapero tiene una amplia experiencia en festivales como los de Cannes y Venecia, donde ha obtenido el reconocimiento de los críticos con títulos como «Mundo grúa» y «Leonera». Con «Carancho» ha logrado también el éxito en las taquilllas -es la más vista en Argentina este año-. El título hace referencia a un ave carroñera muy común en la zona de Buenos Aires. «A diferencia del buitre, es muy seductor, tiene plumas muy lindas. El título se refiere a la dualidad de Sosa (el protagonista): la parte oscura y el lado atractivo del personaje. Lo curioso es que, después del estreno de la película, se empezó a utilizar el término como si fuese de toda la vida. Incluso se presentó un proyecto de ley anti-carancho, una ley que busca proteger a las víctimas de estos abogados deshonestos», cuenta divertido.

«Carancho» va directo al estómago del espectador. Amante del cine negro como espectador, Trapero se adentra en esta ocasión en la oscuridad de la noche, que se ve iluminada por el triste halo de luz de las ambulancias que cruzan a toda prisa las calles de La Matanza, ciudad circundante de la capital bonaerense. Igual de triste que la luz que alumbra los pasillos de los hospitales por donde deambulan las víctimas de los accidentes de tráfico, primera causa de mortalidad en las personas menores de 35 años en Argentina.

Dualidad de la protagonista

Es esa misma tristeza la que se asoma a los ojos de Luján, la joven médico del servicio de urgencias de la que se enamora Sosa, el abogado rapiñero, siempre al acecho de las víctimas. «Luján tiene una dualidad muy fuerte. Por una parte, tenía que tener una fortaleza tal que le permitiera meterse en medio de un accidente de tránsito, salvar la vida de una persona, meter las manos en la sangre... tener algo mecánico como de fortaleza y frialdad. Al mismo tiempo, una vulnerabilidad y fragilidad tal que necesite anestesiarse para afrontar esa realidad. Sosa intenta, a través de Luján, redimirse de lo que fue su vida y Luján, por su parte, encuentra en Sosa alguien que le despierta de esa anestesia. Le propone reencontrarse con su esencia de mujer y la lleva a una acción concreta, que después derivará en lo que deriva, pero con la que logra despertarse de esa situación».

La propia actriz se imbuyó de ese sentimiento en el periodo en el que conoció in situ la labor de los médicos de urgencias. Estuvo seis meses viendo las guardias en un hospital público. «Fue también lo que me pasó a mí en el hospital: vi de cerca la relación entre la vida y la muerte, y cómo la vida te puede girar en un segundo y pasar a ser otra. Es lo que les pasa a los dos protagonistas». Es éste el punto central de «Carancho». «La vida de estos dos personajes puede cambiar por un hecho inesperado, azaroso y gratuito, como les ocurre a muchas personas, que son los accidentes», cuenta el director.

El gran error de Sosa es pensar que al conocer a Luján se acabarán los problemas. «No va a cambiar de un día para otro. Justamente es el centro de la película, cómo uno construye su ética no en decisiones extraordinarias una vez cada tanto. Las personas somos la consecuencia de un montón de decisiones mucho más silenciosas que los cuatro momentos extraordinarios donde parecería que se toman esas decisiones», indica Trapero. Y las consecuencias continúan llegando, incesantes. A la pregunta de si lo plantearon como un filme de amor, ambos responden afirmativamente. «Es una historia de amor en tiempos de guerra, no en cualquier situación», explica el director.

«Es una absoluta historia de amor. En los momentos en que los dos están juntos logran una luz. Cada uno tiene una vida bastante pesada y viven un contexto especial, pero en el momento en que ellos están juntos... Hay escenas en la película que acá logró el señor -dice refiriéndose a su pareja- en las que pienso `si eso no es amor, yo no sé qué es'», agrega la actriz.

En su opinión, es la soledad lo que la empuja a enamorarse de Sosa. «Es la primera persona que le pone una mano en el hombro, la va a buscar, hasta puede inyectarla sin preguntarle nada...», afirma.

Gusmán explica qué resortes utilizó para crear el personaje. «La propuesta de Pablo fue buscar un personaje que tenía un nivel de complejidad, una oscuridad y una profundidad tal que le permita iniciar una relación con un abogado, carancho, que la lleva 20 años. Ricardo y yo teníamos claro que el espectador tenía que creerse la historia de amor en el primer segundo de la película. Aun a sabiendas de esa diferencia de moral, la diferencia de edad, con esa diferencia de todo. Me parece que lo logramos -señala-. En realidad, el punto de unión tiene que ver en ese acompañamiento, en esa necesidad de amor y de afecto que tienen los dos personajes y lo logran desde el puro presente. No importa el pasado. Hay indicios, pero no sabes nada del pasado de ambos. Es puro presente».

Trapero reivindica la función social del celuloide. «El cine tiene muchas más posibilidades que el de ser un mero entretenimiento. Hablo de filmes que, sin ser necesariamente documentales, nos permiten reflexionar sobre situaciones que ocurren en la realidad», señala.

Que no de denuncia. «Lo digo irónicamente, porque la transformación de la realidad no depende del cine, depende de nuestras acciones para que las cosas sean mejores», aclara.

 
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