Como golpe o como síntoma, muy peligroso
El intento de golpe de estado ocurrido ayer en Ecuador contra el Gobierno de Rafael Correa se sitúa dentro de una larga historia de intentonas golpistas en Latinoamérica, pero sobre todo de una ofensiva sostenida y pertinaz contra los gobiernos progresistas de la región que sigue siendo muy actual. Dentro de esa estrategia, Honduras es el precedente más cercano, pero no el único ni probablemente el que más similitudes guarda con el sucedido ayer. Cabe en ese sentido recordar el intento de golpe que sufrió en 2002 Hugo Chávez en Venezuela, que fue abortado tanto por la lealtad de gran parte del Ejército como por el apoyo popular que hizo imposible el éxito de una operación diseñada por la oligarquía venezolana con apoyo exterior.
Ayer mismo, tras la agresión que sufrió a manos de un grupo de policías que en principio estaban reivindicando demandas laborales -en Venezuela la intentona golpista también comenzó a través de lo que parecían movilizaciones de carácter sociopolítico que fueron desviadas hacia el Palacio del Gobierno de Caracas-, Correa recibió inmediatamente el apoyo de los militares a sus órdenes. Por boca del jefe del Comando de las Fuerzas Armadas de Ecuador, Ernesto González, aseguraron estar subordinados a la autoridad del presidente legítimo por ser Ecuador un «estado de derecho». Pero, lo más importante, el Gobierno legítimo recibió el apoyo de la ciudadanía, que acudió masivamente a defender sus instituciones y a su presidente. Asimismo, Quito recibió el apoyo de todos los gobiernos de la región, de UNASUR y de la OEA. A falta de conocer cómo se desarrollan los acontecimientos durante las próximas horas y días, lo cierto es que la fortaleza política y el apoyo popular mostrado por el Gobierno de Correa hacen muy difícil que el intento de golpe se estabilice.
Todo lo cual no resta gravedad al hecho de que los modelos políticos creados por y para el pueblo en Latinoamérica estén sujetos, por sistema, a este tipo de ataques. La apuesta constitutiva y constitucional de Correa, y junto con él la de los países del ALBA, es el mejor blindaje contra esas tentativas de involución.