Bilbo retratará un país en marcha frente al inmovilismo y la hiperactividad represiva
Las adhesiones a la manifestación de mañana en Bilbo se multiplican en una semana donde la escalada represiva ha golpeado con fuerza. Mientras decenas de ciudadanos vascos siguen desfilando por Madrid, bien para macrojuicios como el de Udalbiltza, en calabozos de la Audiencia Nacional como los miembros de Askapena o para interrogatorios de la Guardia Civil como los últimos arrestados, los partidos firmantes del «Acuerdo de Gernika», la mayoría sindical o más de 40 asociaciones trabajan ya para que la manifestación de Bilbo sea masiva, portadora de un mensaje de esperanza y ejemplo de cooperación entre diferentes para un fin compartido de soluciones. Madrid y Bilbo reflejan, pues, dos formas diferentes de abordar el nuevo tiempo político.
Por una parte, se observa la apuesta por alargar el tiempo pasado, con sus esquemas y sus recetas. Desde el esquema de «victoria» policial y «derrota» política del oponente, con el cálculo de «dejar correr el tiempo» como mejor aliado para ese propósito, y combinando el inmovilismo político con la hiperactividad represiva, Madrid ha tasado su exigencia y ha fijado su posición: hasta que no haya nada definitivo, no hay nada. Cuenta para ello con un PNV con hilo directo, sin discurso ni posición propia, pero que garantiza la «estabilidad» de Zapatero y, paradójicamente, la del lehendakari López. Impedir que se den nuevos pasos, proyectar que nada se mueve ni se moverá y hacerlo desde el exceso represivo, tiene resultados de rentabilidad inmediata en forma de «trofeos de caza» de militantes vascos, además de muy buena acogida en la opinión pública española. Pero en este país, a corto, multiplica razones y resta excusas, y a largo, de cara a un futuro en términos radicalmente democráticos, no es apuesta sostenible ni ganadora.
Frente a este escenario donde la retórica del «no» se amplifica y el piñón fijo marca el ritmo de una alocada carrera por la «vía policial», las cosas, sin embargo, se mueven. Ayer se supo que los firmantes de la «Declaración de Bruselas», además de reiterar sus peticiones previas, anunciaban el establecimiento de un Grupo de Contacto Internacional para hacer más eficiente los esfuerzos de solución. Se conocerán pronto nuevos detalles, que presagiarán nuevos pasos, en un camino que ya está a los pies de este país.
Mañana se dará otro gran paso en Bilbo. Traspasará trincheras partidistas, fomentará la participación social y la propiedad compartida del proceso de soluciones, y certificará así que este país está en marcha, abierto a nuevos protagonistas y adhesiones, seguro de que el resultado final será compartido y para todos. En el laberinto de la política vasca los caminos nunca han sido cortos ni directos, pero cuando el paso es firme este país ha alcanzado nuevas metas. Las que se reclamarán en Bilbo están a su alcance.