Tres años después de debutar en la realización con el largometraje de animación titulado «Ratónpolis», David Bowers se ha estrenado en solitario con esta nueva incursión en el género animado, con una historia basada en el cómic de prestigioso Osamu Tezukam que, a su vez, inspiró una muy popular teleserie japonesa de dibujos animados de los años 60. En este punto radicaba la empresa más difícil de esta producción, ya que el recuerdo que todavía permanece vivo en la retina de los espectadores no se hubiese amoldado a una especie de «humaniza- ción» de los personajes, trazados con un estilo muy sencillo, pero contundente.

Por ello, David Bowers no ha querido complicarse en exceso y ha optado por la ruta opuesta que llevó a los responsables de la calamitosa versión de «Dragon Ball Evolution» a traicionar por completo el universo del dibujante Akira Toriyama. También es sabido que los creadores de anime se rigen por un estricto código creativo fuertemente arraigado en la cultura ancestral nipona y en el impacto sicológico que supuso la bomba atómica que cayó sobre Hiroshima: pasado y presente unidos mediante una fusión científica que no siempre resulta muy gratificante para la sociedad.

«Astro Boy» también juega con estos conceptos, es una variante en clave de ciencia ficción del cuento clásico de Carlo Collodi «Pinocho» en la que un científico se construirá un joven robot con el cual pretende suplir la falta del hijo que perdió. Esta trama también nos remite a la magistral «Inteligencia Artificial» de Spielberg, con la que mantiene un fuerte de nexo de unión, sobre todo en lo concerniente a esos momentos de profundidad emotiva que alberga esta notable producción animada.

Dinámicas en su resolución, las aventuras del joven robot gozan de un notable acabado técnico y un argumento que respeta mucho las bases de la obra original. Sensible y divertida, «Astro Boy» se muestra como un producto que se esmera a la hora de tratar a los críos como lo que son: seres inteligentes.