Nadie puede negar, sin absurdos equilibrios dialécticos, la evidencia de que algo se mueve en Euskal Herria. Sólo quienes con su inmovilidad pretenden demostrar que nada ha cambiado y que nada cambiará. Hoy Bilbo será escenario de la demostración visual de que las cosas han empezado a cambiar y van a cambiar mucho más, a pesar de la mencionada actitud inmovilista cuyo principal argumento es la represión. La marcha de esta tarde será, asimismo, una primera demostración de eficacia. De la conformación de un movimiento que ante la represión ha crecido. Muestra de ello es que la manifestación convocada para el pasado 11 de setiembre fue prohibida, según el consejero de Interior de Lakua, Rodolfo Ares, por la adhesión a la misma de la izquierda abertzale. La convocatoria de esta tarde también cuenta con esa adhesión, pero no ha sido prohibida, y no por falta de ganas, sino de capacidad por parte del Estado. Esta tarde Bilbo será punto de encuentro de un buen número de ciudadanos que hace unos días, según el auto de la Audiencia Nacional española, buscaban «generar el terror colectivo por otras vías» y que en realidad, por encima de innumerables trabas, buscan, y lograrán, generar esperanza colectiva. Puede y debe ser, asimismo, el punto de partida de un movimiento que no sólo deje patente el cambio iniciado, sino que también lo haga inevitable.