La pasión por la ciencia clausuró el festival del conocimiento de Donostia
Cerca de 2.000 personas han participado esta semana en las conferencias que el Donostia International Physics Center ha diseñado especialmente dirigidas al gran público y en las que han intervenido diez premios Nobel. «El Congreso ha sido maravilloso», valoró ayer en el acto de clausura su presidente, Pedro Miguel Etxenike. Un acto al que el científico suizo Heinrich Rohrer puso el colofón con una aplaudida disertación sobre ciencia y pasión.
Joseba VIVANCO
«La ciencia es comunicación», avisó Pedro Miguel Etxenike, director del Donostia International Physics Center (DIPC), en la inauguración el lunes de Passion for Knowledge, el festival del conocimiento con el que este centro donostiarra de investigación celebra su décimo aniversario. Y eso es precisamente lo que los prestigiosos ponentes que han pasado por esta alfombra científica han tratado de impartir con sus lecciones magistrales, eso sí, de la manera más amable que han podido. «Son personas como las demás», aclaró ayer el propio investigador navarro en el acto de clausura, a pesar de sus relumbrantes medallas Nobel.
«La ciencia no es un conjunto congelado de dogmas», dijo Etxenike al echar el telón a este festival científico, y hasta puede ser divertida, le faltó apuntillar. Él mismo introdujo el humor en sus palabras finales, como lo habían hecho antes que él buena parte de los científicos que le precedieron durante la semana. Y es que, como añadió, «la ciencia es una aventura humana que ha cambiado el mundo» y en la que importa el tesón, la convicción, incluso la suerte, pero también la diversión.
El último de los ponentes en la tarde de ayer, el suizo Heinrich Rohrer, Nobel de Física en 1986, se lo dijo a los jóvenes aspirantes a científicos que formaban parte del auditorio: «Os aconsejo también que no olvidéis divertiros, eso sí, después de trabajar». Este ya jubilado investigador tuvo el honor de ser el primer conferenciante del DIPC en su puesta de largo hace diez años; ayer cerró esa década con una exposición alejada de las fórmulas, y titulada ``Ciencia, fascinación y pasión''. Porque, como no se cansó de repetir, «pensar es una pasión», aunque no valga sólo con ello para adentrarse en los terrenos sin explorar de la ciencia.
«Cometer errores»
Sin diapositivas ni power point tan al uso, sujetando sus apuntes con las manos, reivindicó «la libertad para hacer ciencia», y a él le dejaron. Dentro de lo «privilegiados» que aseguró son los científicos, él lo fue aún más. Hoy se está perdiendo en la ciencia la oportunidad de que te dejen equivocarte, advirtió. «En ciencia hay una libertad que es fundamental, la de cometer errores», incidió. Por desgracia, «la ciencia ha perdido bastante de lo que era en sus inicios... Hoy se busca cada vez más la competitividad, las declaraciones grandilocuentes, los incentivos por resultados... y eso no nos ayuda a pensar mejor», se pronunció.
Unos males que, a su juicio, «hemos tomado prestado del mundo de los negocios, por lo que deberíamos devolvérselo otra vez y cuanto antes», insistió en esa idea. «Suelen decir que había preocupación porque no podíamos atraer a la gente brillante para la ciencia, que esos cerebros brillantes se iban al sector financiero... Pues la liaron parda en otros campos y por lo menos no lo hicieron en la ciencia», ironizó.
«Nos suelen pedir a los científicos que tengamos espíritu emprendedor, un término que está muy de moda. Pero yo no entiendo lo que quieren decir con eso, porque la ciencia fue la primera empresa global», prosiguió Rohrer.
Es cierto, defendió, que «las estafas y los desfalcos son la excepción en la ciencia», pero abogó por «encontrar el camino de vuelta, porque la pasión no se puede forzar con incentivos», dijo, en clara alusión a los jóvenes que un día querrán ser científicos. «La ciencia sin encanto no los atrae», señaló, dirigiéndose en todo momento a ellos.
El objetivo final de la ciencia, les guió, es «adquirir un conocimiento más profundo de cómo funciona la naturaleza, y no podemos hacer ciencia sin conocimiento». Pero como le apuntilló después su colega Pedro Miguel Etxenike, «un científico no sólo quiere entender, sino investigar, como los exploradores».
Los cuatro deseos de un Nobel
Es la aventura de la ciencia, como la definieron ambos, pero con sus «riesgos», matizó Rohrer. «Porque no sólo vale la pasión», advirtió. Quizá por ello finalizó su largamente aplaudida intervención detallando los deseos, que no consejos, de un viejo científico de barba cana, con un Nobel en su carrera, y que, como sintetizó ayer, «decidí pensar por el placer de pensar».
Y como «se puede jubilar a un científico, pero no la pasión», propuso a esos jóvenes aspirantes a investigadores una lista que comenzara por «mantener una mente imparcial» y tuvieran en cuenta que «no vais a crear nada nuevo si no os atrevéis». Un segundo deseo fue que «os convirtáis en científicos valientes y orgullosos». Un tercero, que les emplazó a que «tengáis habilidad y suerte al elegir... porque la suerte también es un motor del avance científico». Y todo ello aderezado en la misma cubeta con una invitación a que «viváis en simbiosis relajada con la sociedad».
Rohrer acabó citando unos versos del poeta T.S. Ellitot: «¿Dónde está la vida que hemos perdido viviendo? ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?». Un poema que a continuación Etxenike hizo suyo. «Siempre me ha gustado esa cita», afirmó..
El laureado investigador vasco fue el encargado, no de poner el broche final a este festival del conocimiento, sino de agradecer la ingente labor de numerosas personas que han hecho posible que «Donostia se haya convertido en ciudad de la ciencia». Agradeció a los ponentes su presencia, alabó esa «pasión» con la que el público ha seguido los diferentes eventos del congreso y no quiso olvidar imágenes como las de los estudiantes de Secundaria que entraban «asustados» al encuentro con los Nobel y salían «entusiasmados» con lo que escuchaban.
Pero la ciencia congresual en Donostia no se detiene. Ya preparan la próxima cita. Igor Campillo, el ``organizador'' del evento, respondía estos meses a cada pregunta de Etxenike: «No te preocupes». Ayer, Etxenike se la devolvió. «Organizarás el próximo congreso. No te preocupes».
En total, cerca de 1.700 personas se han registrado esta semana como asistentes al programa de las conferencias celebradas en el Kursaal, sumadas a las 3.810 que han seguido en directo las disertaciones por el canal dipc.tv.
La Sociedad Europea de la Física se reúne también en la capital donostiarra ayer y hoy, para sumarse a la celebración de los diez años del DIPC y sustentando aún más la apuesta vasca en el escenario científico internacional.
Sir John Pendry, catedrático de Teoría Física de Estado Sólido, fue otro de los ponentes del día, aclarando que lo de la capa invisible que anuncia para dentro de unos años no tiene nada que ver con «el hombre invisible».
La Nobel de Química de 2009 Ada Yonat disertó ayer sobre sus estudios sobre la estructura y la función del ribosoma que le valieron el premio, pero declaró que fue mejor el de «abuela del año» concedido por su nieta.