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La fuerza de pasar del potencial a la acción

De la lectura de las crónicas y los editoriales sobre la multitudinaria manifestación que anteayer recorrió las calles de Bilbo, se desprende un sentimiento encontrado y contradictorio. Por una parte, el reconocimiento explícito y compartido del potencial del nuevo tiempo político que vivimos. Todos asumen que este país está ya en marcha, y la manifestación visualizó esa realidad que ya nadie esconde ni puede esconder. El movimiento es el paso del potencial a la acción, y ésta se manifestó colectivamente, con visión de largo alcance y propósito de continuidad. Pero por otra parte, los políticos que faltaron no han tardado en denunciar «un akelarre nacionalista», en pedir «la acción policial de oficio» o en criticar tal o cual eslogan o intervención para reiterar que seguirán «su propio camino». Además de botón de muestra de la talla política, retrata una mentalidad y cultura política con guiones del pasado, y constata la crisis, y la necesidad de catarsis, de gran parte de la clase política, y periodística, del país para afrontar tomando riesgos y con iniciativa los desafíos del momento.

En el juego político, al igual que en otros órdenes de la vida, no hay soluciones escritas ni predeterminadas, sino fuerzas en marcha. Es preciso propiciarlas, crearlas y activarlas y las soluciones vendrán. La mayoría social de este país es consciente de ello. Las fuerzas del Estado, tan enormes en potencial como débiles frente a argumentos radicalmente democráticos, no cederán de motu propio fácilmente ni rápidamente. Pero sus responsables no deberían olvidar que las situaciones se convierten en contrarias cuando son llevadas al límite y al paroxismo.

La piedra filosofal del proceso de paz sudafricano fue que nadie puede mejorar si el que está al lado no mejora. Aquellos que agitan fantasmas frentistas, apuestan por recetas policiales y por caminos propios y no compartidos, no deberían olvidar que el resultado final de este proceso no será más abertzalismo o más constitucionalismo, sino más democracia, plena, verdadera y compartida. Llegará a este país el día donde sueños y proyectos políticos diferentes compartirán manifestaciones y una res publica comun.

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