Una salida negociada, nunca mejor dicho
La información publicada ayer por el «Washington Post» certifica las negociaciones entre el Gobierno de Kabul y al menos una parte importante de la resistencia talibán. No es, evidentemente, que EEUU vaya a negociar su salida de Afganistán con los talibán, pero no cabe duda de que a día de hoy la salida de las tropas ocupantes es el único escenario que contempla a medio plazo la Administración norteamericana y que, en gran medida, el «éxito» de esa salida -o la opción de presentar esta derrota total como una victoria parcial- depende de estabilizar la situación política de la región, desde Pakistán hasta Afganistán. Y los talibán son una pieza clave en ese plan.
Es significativo que las fuerzas ocupantes hayan asumido esa realidad. No cabe olvidar que la justificación para la ocupación era, precisamente, sacar a los talibanes del Gobierno afgano. Resulta paradójico por lo tanto que lo que al principio era el objetivo principal de la guerra se convierta al final en la solución a la misma. Lo cual confirma que la ocupación fue un grave error militar, moral y, especialmente, político. Un error que, sin embargo, Barack Obama no ha querido endosar a su responsable, la anterior Administración. Esa cortesía es parte de la tradición imperial de EEUU, que asume y no cuestiona las decisiones militares pasadas. El problema es terminar, además, pagando la factura política.