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Tortura, talismán y tabú de Estado

Las declaraciones realizadas bajo tortura denunciada por los dos ciudadanos vascos detenidos por la Guardia Civil la semana pasada están dando mucho que hablar y escribir. GARA reproduce hoy los terribles testimonios de ambos ciudadanos, que certifican, una vez más, esta realidad, y que ésta no es una cuestión de leyes, sino de política. El embajador venezolano en Madrid, no necesita conocer el auto judicial para saber que aquí se tortura, para saber que la política del Estado hacia la cuestión vasca está plagada de «confesiones arrancadas irregularmente». La Guardia Civil como brazo ejecutor, además de gozar de una impunidad que nadie se ha atrevido a enfrentar, es hoy lo que siempre ha sido, un núcleo dentro del Estado que los partidos mayoritarios descubrieron y del que se sirvieron para marcar agenda y condicionar la política vasca. Pero a la vez es un poderoso aparato que se sirve de los partidos para mantener intacta su influencia fáctica y su papel de garante. En este sentido, su función y su agenda securócrata no difieren de las que tiene el servicio secreto paquistaní, el poderoso ISI, o el Ejército kemalista turco.

La tortura es sistémica en Euskal Herria, trasciende coyunturas y generaciones. Y en la política española la tortura es, a la vez, un talismán y un tabú. Se entienden sus limitaciones, pero se cree en su poder. Y a la vez se construye un tabú en torno a una práctica terriblemente destructiva e insidiosamente seductora, de gran utilidad para hacer política. Intelectualmente, saben que no funciona en términos jurídicos, que no ofrece información fidedigna de valor probatorio; tienen suficientes sentencias internacionales condenatorias, pero emocionalmente sirve para «protegerse» del «terror vasco». La cuestión vasca siempre ha sido en el Estado una cuestión peligrosa, y con la belicosa retórica política alimentada durante décadas, el Estado tiene interés en amplificar el peligro. Un interés que es política de Estado, fruto de una supuesta superioridad moral frente al «terror» en la que aquél se siente cómodo y ganador.

Cambiar el paso y revertir la dinámica de la política vasca pasa por la erradicación de la tortura. Es un desafío colectivo urgente y materializable.

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