CRíTICA teatro
Cruce de texturas
Carlos GIL ZAMORA
Las poéticas de Michel Azama y Enzo Cormann se tejen de la mano de Josu Montero para crear un nuevo plano textual, en donde, además de las dos historias extremas originales, un personaje estrictamente teatral, un ente, cohesiona y da sentido al cruce de dos vidas atormentadas. Ella, a punto de salir de prisión después de una larga condena; él, esperando el desenlace final, la muerte, tras una larga enfermedad y una vida vivida y bebida hasta las heces. Josu Montero establece la metáfora del fuera y dentro, del ir y venir, de la contradicción entre lo que es salir para entrar en otro territorio del que se desconoce o que nada nuevo puede aportar. Y viceversa.
En este cruce de texturas, con el zurcido de Montero, el espacio escénico unificador, la música como estadio emocional que conduce y subraya las situaciones, los personajes se van mostrando, es decir, se desvelan a través de los intérpretes, de la dirección de escena, y es ahí donde las diferencias añaden dificultad para el entendimiento general, pese a que la interpretación de Gurutze Beitia eleva el tono poético, marca el estilo que debería influir en los otros dos personajes que difieren en sus tonalidades, intensidades, claves interpretativas.
En la estructura dramática encontramos algunas incongruencias, pero en la puesta en escena, el cálido saxofón en directo sobre una base musical sugestiva le dota de entidad, que junto a una depurada iluminación le confiere una buena prestancia estética que acompaña a estos textos que deben crecen en claridad.