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Raimundo Fitero

Cartografías

Nadie puede negar a los amanuenses de los diferentes premios Nobel, cierta ingeniosidad para justificar las motivaciones de los jurados para elegir a los premiados. En veinticuatro horas se nos amontona el trabajo: por un lado Mario Vargas Llosa, al que aseguran que se lo entregan por haber dibujado «una cartografía del poder» en sus narraciones, y cuando estamos asimilando esta concepción literaria, en otra coordenada del poder o el contrapoder, el disidente chino Liu Xiaobo, recibe el Nobel de la paz emparentándose con Obama. Casi nada. Dos decisiones cargadas de intención política, como casi siempre rezuman todos los premios Nobel.

Como la vida, la irrealidad, los sueños y las pesadillas algunos solamente los recibimos a través de la televisión, la acumulación de retruécanos, de explosiones de «españolismo idiomático» sobrevenidas, siempre en compañía de una concepción ideológica barriendo para el neoliberalismo, nos ha dejado exhortos. Todos arrimándose al torito afeitado del oportunismo más salpicado de mentiras. La consigna de las emisoras de la derecha extrema que tanto abundan en nuestra TDT, era asegurar que era español, cosa que hay que matizar ya que nada más recibir la comunicación del Nobel, se reivindicó como escritor peruano, pero que tiene nacionalidad española, y por otro lanzar la barbaridad histórica de que por fin se había premiado a un escritor que no fuera marxista. O sea, que de repente para estos tertulianos cenutrios, Camilo José Cela era un peligroso izquierdista, para irnos a algo cercano.

No saben digerir sin crispación ni algo que podría ser asumido por todo el espectro partidista como una celebración ya que, nadie se olvide, Vargas Llosa ha escrito libros realmente importantes y su conversión al liberalismo más extremo ha sido gradual, probablemente estratégico, y nuestra animadversión a sus posturas políticas actuales no nos debe obnubilar, porque hemos sido seguidores de su pulso narrativo. Pichuela Cuéllar nos sobrecogió, las guerras banderizas brasileñas nos ayudaron a entender ciertos mundos y La Tía Julia, o Las visitadoras nos acercaron a una sociedad desconocida. Cartografías del buen escribir.

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